El funeral de Margarita Maza de Juárez

Jaime Olveda

Guillermo Prieto hizo llorar a los asistentes al funeral con su oración fúnebre dedicada a Margarita Maza. Era un amigo cercano de la familia, a pesar de las diferencias que había tenido con el presidente.

 

En las últimas semanas de 1870, la vida personal del presidente Benito Juárez empezó a atravesar por momentos muy amargos debido a motivos tanto familiares como públicos. Por un lado, la enfermedad de su esposa fue agravándose a medida que finalizaba ese año; por el otro, enfrentaba los embates de los lerdistas, quienes, reunidos en la casa de Joaquín M. Alcalde, buscaron la manera de denunciar a Juárez ante el Congreso por intervenir en las elecciones del gobierno de la capital mexicana. Además, en esa ciudad se habló mucho de las discrepancias, cada día más ríspidas, que mantenían Sebastián Lerdo de Tejada, Juárez y Porfirio Díaz ante la proximidad de las elecciones presidenciales, que se celebrarían al año siguiente. Otra de sus preocupaciones fueron los movimientos emprendidos por Díaz para fortalecerse y contender en dichos comicios.

Pero, sobre todo, en esas semanas lo que atormentaba al presidente era el estado de salud de doña Margarita Maza –con quien se había casado el 31 de julio de 1843, cuando ella tenía 17 años y él 37–, lo que le impedía concentrarse en aquellos asuntos. El Diario Oficial informó con desconsuelo, el 30 de diciembre, que había pocas esperanzas de que sanara.

El advenimiento de 1871 dio lugar a que algunos periódicos hicieran un balance de lo que había ocurrido en el año anterior y de lo que se esperaba para el que estaba en curso. Una de las preguntas planteadas por El Monitor Republicano, a cuatro años de haberse restablecido la República, fue: “¿Tendremos en este año la paz que tanto hemos anhelado?”. Para muchos, este deseo era una mera ilusión difícil de lograr porque las elecciones presidenciales y las disensiones sociales estaban alcanzando niveles preocupantes.

José María Vigil escribió en El Siglo Diez y Nueve que en este año estaba en juego el porvenir del país porque la renovación del poder Ejecutivo podría suscitar incidentes graves. Adelantó que 1871 “estaba destinado a dejar en nuestros anales un recuerdo de gloria imperecedera”. Manuel Payno, por su parte, en El Federalista se mostró complacido de los avances que había obtenido la ciencia en general, del impacto que tenía el telégrafo, al que llamó “alambre mágico”, y de las conquistas que había logrado el país en el año anterior: la ley de amnistía dictada por el gobierno juarista, el proyecto del canal de Tehuantepec y la expedición del Código Civil. Lo único que lamentaba este diario era la penosa enfermedad que padecía la esposa de Juárez, la cual se había agravado en la última semana a tal grado que estaba en agonía.

Apenas habían terminado las fiestas del año nuevo, cuando el 3 de enero los periódicos de la capital del país dieron a conocer la muerte de doña Margarita Maza de Juárez. El Monitor Republicano informó que había fallecido el día anterior a las 4:35 de la tarde, víctima de una enfermedad que venía padeciendo desde mediados de 1869. Contaba entonces con 44 años de edad. Ella, al igual que su esposo, era oriunda de la ciudad de Oaxaca, donde nació el 29 de marzo de 1826.

Su gravedad empezó a repercutir desde el 20 de diciembre anterior, porque al concierto que ofreció la filarmónica de la Ciudad de México en honor de Beethoven, acudió poca gente al saberse que la esposa del presidente estaba muy enferma, a pesar de las atenciones que recibía. El Monitor resaltó las virtudes de esta mujer, la piedad que siempre mostró hacia los desvalidos, así como la humildad en los triunfos que había alcanzado su marido en la política nacional.

La señora murió en una casa ubicada en las afueras de la capital, en la colonia de los Arquitectos, junto al templo de San Cosme, rodeada de sus hijas, de su hijo Benito, de su marido, quien “permaneció constantemente a la cabecera de su esposa, dándole con esto una prueba de su cariño”, y de la señora Luciana Arrazola de Baz. De allí fue trasladada, al día siguiente, al panteón de San Fernando para darle sepultura.

Juárez dio instrucciones a sus amigos de que la muerte de su esposa se manejara con discreción para que no influyera en las próximas elecciones presidenciales, pero Lerdo de Tejada lo convenció de que debía darse a conocer porque era una mujer muy apreciada. Al saberse la fatal noticia, el país se cubrió de luto.

Un funeral modesto

La prensa capitalina habló muy bien de ella. El Federalista, por ejemplo, expresó que había sido una mujer “modesta y afable con todo el mundo y especialmente con los pobres, [y que] la elevación del señor Juárez en nada influyó en cambiar su carácter. Jamás tomó parte alguna en la política, ni tuvo la más insignificante injerencia en los negocios del gobierno”. Destacó que había vivido sin ostentación ni prestaciones, simplemente con “sencillez democrática”. Este periódico, que se mostró conmovido por el deceso de doña Margarita, mantuvo tres días de duelo. En la nota en la que dio a conocer la noticia se encuentran frases conmovedoras como esta: “Ante el sombrío espectáculo de la muerte callan todas las pasiones, el alma se siente conmovida, y sufrimos con los que sufren” por la pérdida de una mujer que “derramaba beneficios sin ostentación, practicando la caridad sin alardes”.

Entre los amigos que acudieron a la casa de San Cosme para acompañar a los deudos, figuraron los generales Miguel Negrete y Aureliano Rivera, quienes ayudaron en los preparativos como si hubieran sido familiares; entre otras tareas, se ocuparon de soldar el féretro de zinc, “dando con esto una prueba de personal adhesión al presidente de la República”. El periódico elogió la conducta de estos militares que, habiendo sido enemigos de Juárez, dieron muestras de reconciliación en esos momentos tan angustiosos.

El periódico Le Trait d’Union, dedicado a la colonia francesa en México, comentó que nunca se había visto una uniformidad de sentimientos de dolor en todas las clases sociales como el día en que falleció la esposa de Juárez, cuyo funeral, como su vida, fue simple, modesto y “sin el menor aparato”. A este acto acudieron los hombres notables, tanto mexicanos como extranjeros, en cuyos rostros podía leerse la impresión que les había causado este deceso. La Iberia coincidió en esto y agregó que esa virtuosa matrona había sido “el ornato y la delicia de la casa presidencial”. La Voz de México también resaltó su modestia y caridad mostradas durante su corta vida.

La nota más extensa la publicó, mostrando un sumo dolor, el Diario Oficial del Gobierno Supremo de la República. Al igual que otros periódicos, resaltó las cualidades de doña Margarita, entre ellas, la benevolencia de su carácter, la magnanimidad de su alma y sus virtudes de madre y esposa. Destacó que esta familia estuvo acompañada por el sufrimiento que causaron las persecuciones de que fue víctima Juárez, a quien no siempre pudo acompañar. El Diario Oficial puso de ejemplo cuando, durante la invasión francesa, el presidente tuvo que refugiarse en Estados Unidos, país en donde murieron dos de sus hijos.

 

Si desea leer el artículo completo, adquiera nuestra edición #174 impresa o digital:

“Giuseppe Peppino Garibaldi”. Versión impresa.

“Giuseppe Peppino Garibaldi”. Versión digital.

 

Recomendaciones del editor:

Si desea saber más sobre la historia de México, dé clic en nuestra sección “Benito Juárez”.

 

Title Printed: 

El funeral de Margarita Maza de Juárez