Adolfo Best Maugard se dio a la tarea de “alfabetizar” en lo artístico al pueblo mexicano de una forma poco tradicional: no utilizó el idioma español, sino un “abecedario” de su invención que retomó formas básicas, como la recta, el círculo y la espiral, para crear con ellas un método de enseñanza universal.
Inmerso en la fiebre nacionalista, como otros artistas de su tiempo, el pintor y cineasta Adolfo Best Maugard fraguó una teoría sobre la cultura popular, creyó que había “algo” que unía a los mexicanos, hablando en términos espirituales, y que ese algo podía materializarse en una obra de arte: la más pura representación del arte popular, que podía ser creada por los niños mexicanos desde las escuelas de educación básica. Así, en los años posrevolucionarios, en el momento de gestación de una gran política educativa nacional conducida por José Vasconcelos, cuando se formaban algunas instituciones del México actual como la Secretaría de Educación Pública (SEP) y la renovada Universidad de México, Best implement un “Método Nacionalista” pensado para las masas de analfabetas, cuyo impacto en la cultura y el arte de esta nación no podía ser menor.
Arte nacionalista
No existe fuerza más grande que impulse la conducta que la de creer e imaginar un futuro grandioso. Un presente que cree en el porvenir prepara proyectos de dimensiones geniales. En el ámbito artístico, un ambicioso México posrevolucionario confiaba en un futuro deslumbrante, tanto así que la política y cultura de la época estaban permeadas de ese ánimo. Las reflexiones sobre “lo mexicano”, los cuestionamientos por la esencia del país y lo que en términos culturales se debía rescatar y preservar, tenían, en muchos casos, un toque de optimismo por lo venidero.
El nacionalismo en el arte no fue un momento aislado; comenzó a desarrollarse desde que México nació como país independiente, pero vivió un momento cumbre en la primera mitad del siglo XX. Múltiples y cada vez más complejos intentos por entender y definir “lo propio” proliferaron durante esta etapa. De entre ellos, destacó justamente Best Maugard, un personaje que ejemplifica el espíritu de la época.
Un alfabeto para enseñar arte
Las ideas de Best Maugard sobre lo popular o “las formas primitivas” adquirirían otro matiz cuando él comenzó su periodo de práctica pedagógica. En 1921 se integró al equipo de jóvenes intelectuales que darían forma a la política cultural del país bajo la dirección de José Vasconcelos desde las instalaciones de la SEP, impartió clases y ocupó la dirección de Dibujo y Trabajos Manuales del Departamento de Bellas Artes de esta dependencia.
En concordancia con el ánimo de la época y con el programa político del gobierno (la educación como uno de los lazos que unificaría a la nación), Best Maugard se dio a la tarea de “alfabetizar” al pueblo mexicano en un sentido poco tradicional: no utilizó el idioma español, sino un nuevo “alfabeto” artístico de su invención, en parte, retomado de objetos artesanales, pero racionalizado y esquematizado a través de sus ojos de intelectual que había vivido en Europa. La propuesta consistía en un conjunto de siete símbolos que él defendía como lo sustancial del arte popular y que al combinarse entre sí prometían potenciar las habilidades propias de los nacionales, despertar en ellos su herencia indígena, transformarla y llevarla a otro nivel.
Las teorías del gentleman se concretaron en su libro Método de Dibujo. Tradición, resurgimiento y evolución del arte mexicano (1923) que se implementó como texto oficial entre los inscritos en las primarias, Normales y las Escuelas de Artes y Oficios en el país. Aunque en 1923 Best dejó el cargo que ocupaba en la SEP, el impacto de su obra permeó en el sistema educativo. El pintor Manuel Rodríguez Lozano, quien lo sustituyó, amplió su método y éste no fue suprimido sino hasta 1925. Pero cuatro años habían bastado para difundirlo en el país y en el extranjero: obras de alumnos destacados fueron expuestas en América Latina y Estados Unidos como imagen de lo nacional y, al interior, varios artistas lo aprendieron y usaron, entre ellos Rufino Tamayo, Rodríguez Lozano, Abraham Ángel, Julio Castellanos y Carlos Lazo.
Desde luego también tuvo sus detractores. El caso de Diego Rivera llama la atención, pues aunque en años anteriores había reconocido el talento del pintor e inmortalizado su figura en cuadros, cuando Best propuso su método, lo atacó por considerarlo represivo en lugar de liberador. Cabe mencionar que, en esos años, Rivera pintaba su primer mural en el país, en la Escuela Nacional Preparatoria, como parte de los inicios de su trabajo político-artístico también ligado a la SEP.
De carácter universal
Muchos pintores en ese entonces creaban sus propias versiones de lo mexicano, pero Best concretó su pensamiento en un método de enseñanza que concebía al arte popular como una mezcla de elementos del arte prehispánico, europeo (principalmente español) y oriental (chino). Su reflexión aterrizaba en el ámbito práctico y significaba la unión de varias culturas; en esto se apegó a la idea de fusión de razas que se defendía desde las instituciones y mezcló las ideas de Franz Boas, quien consideraba que el arte primitivo de una región compartía rasgos con otras culturas debido a la difusión de éstas.
De acuerdo con esta visión, si el arte popular de México tenía rasgos de otras culturas, entonces no debían existir diferencias mentales entre las razas, lo cual significaría que las manifestaciones de la colectividad mexicana podrían aspirar a la universalidad. Quizá porque su método no continuó aplicándose desde la SEP, en 1928 lo publicó en Estados Unidos como A Method for Creative Design, un título diferente que revela su carácter general e internacional.
El objetivo de Best Maugard era hacer imágenes sintéticas que pudieran funcionar como una suerte de abecedario universal, el cual consistía en la espiral, el círculo, la combinación de medios círculos o la figura m, la figura s, las líneas ondulada, quebrada en forma de zigzag y la recta. Éstas se podían combinar en dos grupos de imágenes: grecas y “petatillos”; las primeras representaban movilidad, dinamismo, y las segundas estabilidad.
Una línea ondulada podía representar agua, nubes, textura, suelo o el cuerpo de un animal; con ellas se realizaron naturalezas muertas, retratos o paisajes, donde se incluían ciertas imágenes que se consideraron típicas de lo nacional, como jarrones de los que surgen decorados con plantas, kioscos, garzas, pavorreales, rosas, fuentes, palomas, tehuanas, chinas poblanas, entre otros. También se decoraron objetos artesanales con estos signos: jarras, muebles, figuras populares, tejidos, cerámica y algunos más que circularon entre la sociedad de aquellos años.
Esta publicación sólo es un extracto del artículo “El abecedario del arte” de la autora Aura García de la Cruz, que se publicó íntegramente en Relatos e Historias en México número 101: http://relatosehistorias.mx/la-coleccion/santiago-vidaurri-entre-la-repu...