Corría el año de 1927, todavía el río Tijuana bañaba las tierras de la región. Durante la breve y ocasional temporada de lluvias reverdecían los campos en contraste con los tonos dorados de las tierras del septentrión. Tijuana apenas y había tenido tiempo de crecer.
En el poniente de la ciudad, a un costado del cauce del río, se inició la construcción de un gran casino que llevaría desde su inauguración, en el mes de julio de 1928, el nombre de Casino de Agua Caliente y que funcionó con gran éxito a lo largo de diez años. Resulta curioso observar que la promoción de esas actividades, que le dieron durante muchos años su sello distintivo a Tijuana y a otras ciudades de la frontera, fue impulsada con la participación de inversionistas del vecino país, especialmente en el caso de los negocios dedicados a la venta de licores y sobre todo a los juegos de azar. Las restricciones a la bebida representaron una oportunidad que no se podía dejar escapar.
Le dieron a los edificios la imagen de la arquitectura misional californiana e introdujeron elementos de arte mudéjar, bizantino, renacentista y Luis XV. Fue un acierto de los diseñadores la disposición general del Hotel-Casino sobre un amplio espacio, en el que aplicaron la arquitectura de jardín e introdujeron palmeras para hacer del lugar un verdadero oasis.
Concebido como un conjunto moderno y lujoso, los dueños no escatimaron recursos ni dinero para tener un hotel con cincuenta habitaciones y treinta y tres búngalows con calefacción destinados a una clientela selecta: millonarios, artistas de renombre y deportistas, entre los que se puede mencionar a grandes estrellas como Clark Gable, Douglas Fairbanks, los hermanos Marx, Jimmy Durante, Buster Keaton, Johny Weissmuller, Bing Crosby, Charles Chaplin, Clara Bow, Dolores del Río, Laurel y Hardy conocidos como el Gordo y el Flaco, algunos incluso actuaron en el Patio Andaluz del hotel, como fue el caso de Rita Cancino quien gracias a sus exitosas presentaciones salió de ahí para convertirse, ya en Hollywood, en la famosa Rita Hayworth. Un buen día, si se puede decir, visitó el Casino un personaje amable y distinguido: Alfonso Friorello Capone.
Fueron muchos los que hicieron el viaje para disfrutar South of the border de todas las comodidades: alberca, gimnasio, balneario de aguas termales, canchas de tenis, campo de golf, carreras de galgos, estacionamiento techado y servicio para los autos que llegaban por un camino construído expresamente desde la línea divisoria hasta la entrada donde se erigió la Torre de Agua Caliente, símbolo de aquel lugar. Pero el verdadero atractivo, además de las bebidas, era sobre todo la emoción de jugar al pocker, al bacará y desde luego a la ruleta en el salón de juego decorado al estilo Luis XV conocido como el Salón de Oro. Prueba de ello es que los costos del hotel y sus servicios eran prácticamente regalados, (cinco dólares la renta de un bungalow y un dólar y medio sentarse a comer a la mesa), el negocio era el juego.
Esta publicación es un fragmento del artículo “El Casino de Agua Caliente” del autor Jaime Bali Wuest y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 21.