Muchos fueron los intentos de los gobiernos de la primera mitad del siglo XIX por dotar al país de vías férreas que, al tiempo que mejoraran las comunicaciones y el comercio, hicieran los viajes menos azarosos. Sin embargo, dadas las condiciones políticas y económicas por las que atravesaba el país, ninguna de las concesiones otorgadas a diversos empresarios para trazar la primera línea ferroviaria en México pudo consolidarse.
Fue hasta el 16 de septiembre de 1850 que, durante el gobierno de don José Joaquín de Herrera, llegó a buen fin el primer tramo, de tan sólo 11.5 kilómetros, que corría del puerto de Veracruz a El Molino, en la misma entidad. Se requirieron casi siete años más para que, el 4 de julio de 1857, el presidente Ignacio Comonfort inaugurara el ferrocarril de México a la villa de Guadalupe, como parte de una concesión para construir una vía hasta el puerto de Veracruz.
El nacimiento
Como los problemas políticos en el país no cesaban –acababa de sortear la Guerra de Reforma entre liberales y conservadores–, poco fue lo que se pudo lograr en materia de comunicaciones. Fue así que durante la invasión francesa, que a la postre instauraría a Maximiliano de Habsburgo en el “trono” mexicano, en 1863 el gobierno autoriza a la compañía del ferrocarril de México a Veracruz “establecer en las calles de la capital, vías férreas servidas con carruajes tirados por caballos en el trayecto desde la plazuela de Buenavista hasta unirse con el ferrocarril que pasaba por la esquina de San Hipólito [también de mulas] y además le fueron concedidas otras muchas calles, señalándole con anticipación las reglas a que debía sujetarse la construcción de las nuevas vías urbanas”, según cuenta don Manuel Rivera Cambas en su México pintoresco, artístico y monumental (1880).
Ésa fue la primera mención que se hace de Buenavista como punto de salida de vías férreas. Puede considerarse, entonces, que fue en aquel año cuando comienza su historia ferroviaria, habida cuenta de que los trenes de vapor que iban a la villa de Guadalupe salían de la plazuela de Villamil, hoy plaza Aquiles Serdán, frente al teatro Blanquita, sobre Eje Central Lázaro Cárdenas.
Durante el imperio de Maximiliano, a pesar de los múltiples proyectos presentados, sólo se alcanzaron a construir 76 kilómetros más de vía, de Veracruz a Paso del Macho, y 139 de México a Apizaco. La ansiada línea que uniría al puerto con la capital se seguía postergando. Una vez triunfante la república, Antonio Escandón –en cuyas manos estaba la concesión de la vía México-Veracruz– compró un gran predio en Buenavista, con una casona incluida para que sirviera como estación.
Esta publicación es un fragmento del artículo “Las estaciones de Buenavista” del autor Guadalupe Lozada León y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 83.