Porque poco a poco se convertirían en ciudades desde que comenzaron a concentrar aglomeraciones, cuando la tierra de sus caminos quedó para siempre sepultada por el macadam y las aceras, cuando los tianguis tuvieron que ser replegados, desplazados o encerrados...
Y así tal vez enraizó pronto en el imaginario de los residentes y al tiempo también en su memoria, porque desde la transición de los dos siglos pasados sus lugares de residencia comenzaron a nutrirse de más servicios y también quedaron envueltos por nuevas infraestructuras. Algunos asumieron entonces que la llamada modernidad trastocaría su raigambre y sus pueblos serían metrópolis, tan ostentosas y sobredimensionadas como sus anhelos.
Pero la realidad es que muchos de ellos nunca dejaron de autonombrarse pueblos, pese al avance de la modernidad. En Tacuba, Mixquic o Xochimilco, entre otros pueblos que perviven actualmente dentro de estas localidades, los pobladores han salvaguardado buena parte de sus tradiciones en la medida en que las heredan mientras conviven con la elementalidad de cualquier ciudad. Además, si nos apegamos a las acepciones que la Real Academia Española (RAE) da a pueblo (ciudad o villa; población de menor categoría, conjunto de personas de un lugar, región o país; gente común y humilde de una población), no encontramos alguna que defina con precisión lo que la cotidianidad expresa, ¡pero sí que generarían polémica!
Otras características atribuidas a los pueblos al diferenciarlos de las ciudades, es su ambiente campirano a veces revestido de un paisaje verdoso que en ocasiones es cortado por ríos, pozos o lagunas, así como sus reminiscencias novohispanas, sobre todo religiosas y artísticas. En la capitalina Coyoacán, por ejemplo, los más longevos recuerdan aún cómo levantaban el polvo al galopar los caballos que competían en el hipódromo contiguo a la actual avenida Universidad, cerca del puente de Panzacola, o los que transitaban sobre los mismos caminos donde también pasaba el tranvía que desplazaba a los coyoacanenses a sus diferentes actividades. Ni qué decir de los pozos de agua adonde iban a nadar familias enteras y que hoy podríamos ubicar cerca de una plaza comercial que por cierto pronto desaparecerá.
Imaginar escenarios como los anteriores invariablemente nos hace pensar en los pueblos… pero también en ciudades, a las cuales la propia RAE define como un “conjunto de edificios y calles, regidos por un ayuntamiento, cuya población densa y numerosa se dedica por lo común a actividades no agrícolas”. Y quizá trazar una línea que distinga claramente uno y otro concepto es una tarea titánica problematizada aún más si incorporamos en el debate a los tradicionales barrios o hasta las mismas provincias… pero de estas nos ocuparemos en otra edición.
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Pueblos que no volverán