De la tragedia al éxito
Era agosto de 1884 cuando el barco de vapor City of Merida salió de Veracruz con rumbo a la Exposición Universal de Nueva Orleans, donde varios países mostrarían su riqueza natural, arquitectónica e industrial. El pabellón de México estuvo conformado ni más ni menos que por el Kiosco Morisco que actualmente se encuentra en la Alameda de Santa María la Ribera, en Ciudad de México.
El City of Merida conducía los objetos naturales que se mostrarían. Esta colección fue formada por los integrantes de la Comisión Geográfico-Exploradora, un grupo de investigación que había iniciado sus trabajos en 1878, dirigido por el ingeniero Agustín Díaz, con el fin de recorrer el país para elaborar mapas y conocer diferentes aspectos geográficos y naturalistas.
Por desgracia, el 29 de agosto en La Habana, Cuba, el barco sufrió un incendio y todo lo que llevaba a bordo se perdió. Los integrantes de la comisión, entre los que se encontraba el naturalista Fernando Ferrari Pérez, quien dirigía la Sección de Historia Natural, tuvieron que regresar a México desolados. Pero sin dejarse vencer por tal desastre, inmediatamente empezaron a hacer recorridos de campo, formaron nuevas colecciones y en febrero de 1885 lograron regresar y llegar a Nueva Orleans a tiempo para mostrar una parte de la gran biodiversidad de la que todavía nos enorgullecemos los mexicanos.
Fue tal el trabajo y el éxito alcanzado que obtuvieron el primer premio que se le concedió a México en dicha exposición y, gracias a eso, el gobierno de Porfirio Díaz decidió fundar un museo de historia natural, que estaría ubicado en Tacubaya hasta 1915.
Además, lograron atraer el interés de varios científicos, entre ellos los del Instituto Smithsoniano de Washington, quienes durante algún tiempo trabajaron con el personal de la Geográfico-Exploradora para apoyar la identificación de varios ejemplares. Como resultado de esta labor, Ferrari Pérez publicó un catálogo en una revista del Instituto Smithsoniano en 1886.
Las colecciones de la Sección de Historia Natural fueron llevadas también a la Exposición de París de 1889, lo que les permitió intercambiar ejemplares con el Museo de Historia Natural de esta ciudad y después con el Museo Británico de Londres. Para principios de siglo las colecciones fueron llevadas a otras exposiciones, como las de Texas y Buffalo, Estados Unidos, entre 1900 y 1901.
Un mamut gigante y el Museo de Tacubaya
En la revista El Mundo Ilustrado del 3 de junio de 1900, se publicó una reseña del Museo de Tacubaya y se señaló que era uno de los mejores del país. Se describieron algunas de las “curiosidades” que se encontraban aquí, entre las que estaba una defensa gigante de mamut (más conocida como “colmillo”) con su fotografía. Esta pieza se había descubierto cuando se realizaban las obras de desagüe del valle de México y se decía que medía aproximadamente 2.5 metros.
La defensa perteneció a un individuo de Mammuthus columbi, un proboscídeo (orden de mamíferos dotados con trompa prensil) gigante que habitó en América del Norte hace 10,000 años. Recientemente, durante las obras de excavación del metro en la capital del país, se han encontrado numerosos restos de estos parientes del elefante actual; sin embargo, en aquella época aún no se descubrían tantas evidencias de su presencia en México.
La pieza llamó la atención del paleontólogo Henry Fairfield Osborn, quien fue presidente del de Historia Natural de Nueva York. En una de sus obras, Proboscidea, realizó un estudio exhaustivo del género Archidiskodon (hoy Mammuthus) y señaló los dos casos de las defensas más grandes de que se tenía noticia en ese tiempo. Una se había encontrado en Post, Texas, y la otra era la del Museo de Tacubaya y había sido registrada por un colega suyo, el paleontólogo Barnum Brown, en 1910. Por desgracia, en una carta de mayo de 1935, el director del Museo de Historia Natural del Chopo, Francisco Contreras, le informó que había sido destruida.
Este suceso nos permite continuar con la historia del Museo de Tacubaya. En 1907 la Sección de Historia Natural se independizó de la Comisión Geográfico-Exploradora para formar la Comisión Exploradora de la Fauna y la Flora Nacionales, que en 1911 cambió a Departamento de Exploración Biológica del Territorio Nacional. Al parecer el cambio no fue solo de nombres: el análisis de los informes presentados por Ferrari Pérez permite ver que las investigaciones que se realizaban se habían diversificado y aumentado. Además, se empezaron a dar clases a personas interesadas en convertirse en recolectores naturalistas, dato muy interesante que muestra que se cumplía con varias facetas de la vida académica: la investigación, la enseñanza y la divulgación.
Los trabajos continuaron durante el periodo presidencial de Victoriano Huerta y el apoyo a la institución empezó a retirarse con Venustiano Carranza. El 2 de octubre de 1915 el Museo de Tacubaya pasó a formar parte de la naciente Dirección de Estudios Biológicos, un centro de investigación al que se integraron los laboratorios del Instituto Médico Nacional y los dos museos de historia natural que había. Alfonso Luis Herrera, director de la nueva institución, comentó en el discurso de inauguración: “llaman la atención las ricas colecciones del extinguido Museo de Tacubaya, que han comenzado a instalarse en el Chopo y comprenden numerosísimos ejemplares de animales y plantas mexicanos clasificados y con indicación exacta de su procedencia”.
Si quieres saber más sobre el Museo de Historia Natural del Chopo, busca el artículo completo “El misterio del “colmillo” de mamut gigante” de los autores Consuelo Cuevas-Cardona y Miguel Ángel Cabral-Perdomo, que se publicó en Relatos e Historias en México número 117. Cómprala aquí.