En 1879 el presbítero alemán Agustín Fischer posó en Europa ante el conocido pintor francés de escenas históricas, Jean-Paul Laurens, para el lienzo que representa las últimas horas de Maximiliano en Querétaro. Fischer fue uno de los más cercanos colaboradores del emperador, vivió muchos años en México y tras la caída del imperio salió del país; doce años después regresó y murió en suelo nacional. Aunque la escena de este cuadro es bastante realista, fue el obispo de Querétaro, el mexicano Manuel Soria y Breña, quien asistió espiritualmente a Maximiliano aquella mañana del 19 de junio de 1867, antes de ser fusilado junto con los generales Miguel Miramón y Tomás Mejía.