El 16 de mayo de 1929 tuvo lugar en el hotel Roosevelt, de Los Ángeles, la primera ceremonia de los premios de la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de Hollywood, para galardonar a lo mejor de la producción estadounidense correspondiente a 1927 –año en el que se incorporó el sonido a la imagen– y 1928. En esta premiación apareció por primera vez la estatuilla dorada de 34 centímetros de altura y 3.85 kilos, que demuestra a un hombre desnudo, erguido sobre un rollo de película y sujetando una espada.
Conocidos como los Oscares, estos premios se convertirían en poco tiempo en los más importantes del orbe debido al impacto de la producción hollywoodense en el mundo.
No obstante, la relación del Oscar con México se remonta a la creación misma de la estatuilla. Una de las leyendas más curiosas, difundida por el actor y director Emilio “el Indio” Fernández, lo ubica a él de joven, cuando probaba suerte en Hollywood, como el modelo de donde saldría la figura del Oscar, diseñada por Cedric Gibbons, legendario director de arte de la Metro-Goldwyn-Mayer y quien en 1930 se casaría con la duranguense Dolores del Río, protagonista de las primeras películas del Indio, de quien se dice también que le escribió a dicha actriz la sinopsis del argumento de María Candelaria (1943) en las servilletas de un restaurante.
En 1955 Katy Jurado se convirtió en la primera mexicana nominada a ese premio, por Mejor actriz de reparto en Lo que la tierra hereda (Edward Dmytrik, 1954), en la que interpreta a una indígena en la historia de un tiránico ranchero (Spencer Tracy) y la difícil relación con sus hijos. En 1958 Torero (1956), de Carlos Velo –director de origen español afincado en México–, entraría en la competencia por Mejor documental de largometraje. A ésta seguirían las nominaciones, en la categoría de Mejor película extranjera, para Macario (1959) de Roberto Gavaldón, en 1961; Ánimas Trujano (El hombre importante) (1961) de Ismael Rodríguez, en 1962; y un año después Tlayucan (1962) de Luis Alcoriza, filmada en Oaxtepec, Morelos.
En el siglo XXI, a partir de la nominación a Mejor película extranjera para Amores Perros (2000), de Alejandro González Iñárritu, México se ha convertido en uno de los invitados principales de los premios Oscar, sobre todo por la importancia que ha cobrado el talento nacional en Hollywood.
Esta publicación es un fragmento del artículo “Y el Oscar es para…” del autor Rafael Aviña y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 67.
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