Una bandera francesa a las puertas de Estados Unidos

La visita de Charles de Gaulle a México (1964)

Soren de Velasco Galván

El acercamiento

Entre 1959 y 1962, la prioridad para el general Charles de Gaulle era la lucha de Francia contra los insurgentes argelinos. Sin embargo, una vez que se firmaron los Acuerdos de Évian, los cuales concedían la independencia a Argelia, el mandatario galo logró salir del embrollo norafricano y decidió expandir sus horizontes geopolíticos allende el Viejo Mundo.

En sus reminiscencias, De Gaulle había escrito: “Inglaterra es una isla; Francia, la proa de un continente; y América, otro mundo”. Por lo tanto, América Latina devendría, debido a su catolicismo y liberalismo, una región prioritaria, pues entendía “la importancia universal” de Francia y “creía que ella era necesaria para el mantenimiento del orden mundial”.

México era, por cuestiones demográficas, geopolíticas e históricas, primordial en la cosmovisión gaullista. Como buen estratega, De Gaulle envió dos señales con respecto al país azteca: primero, en la primavera de 1962, asistió a una exposición en Le Petit Palais. Ahí, el jefe del Ejecutivo escuchó atentamente la disquisición del ministro de Cultura, André Malraux, sobre la magnífica colección de obras maestras de la vida cultural de México. El autor de La condición humana sorprendió gratamente al mandatario galo, quien preguntó a su séquito: “¿Cómo es que Malraux sabe tantas cosas?”.

Segundo: De Gaulle designó como embajador en México a Raymond Offroy, un diplomático de carrera con amplia experiencia en los Balcanes, el sudeste asiático y África, para que operara la aproximación franco-mexicana. Por ello, Offroy llegó con un regalo bajo el brazo: la oferta de una línea de crédito.

El ajedrez geopolítico
En octubre de 1962 se descubrieron misiles soviéticos en Cuba, lo cual condujo a una crisis entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. Al mismo tiempo, China e India se enfrentaron por disputas fronterizas. Estos acontecimientos sorprendieron al presidente de México, Adolfo López Mateos, quien se encontraba de gira por el Lejano Oriente. El mandatario apoyó diplomáticamente a la administración norteamericana de John F. Kennedy. Como consecuencia, el gobierno mexicano decidió priorizar la desnuclearización de América Latina. 

El 21 de diciembre de 1962 el presidente Kennedy y el primer ministro Harold Macmillan suscribieron el Acuerdo de Nassau, mediante el cual los estadounidenses proveerían a los británicoscon submarinos con sus respectivos misiles balísticos. Con el objetivo de satisfacer el interés de la Unión Americana en mantener el control de la estrategia atómica, Reino Unido aceptó “asignar” los sumergibles a la Alianza Atlántica, excepto en casos en que “esté de por medio el interés nacional supremo”.

Los angloamericanos ofrecieron el mismo trato a De Gaulle, pero jamás imaginaron la respuesta del mandatario galo, para quien el arsenal nuclear, la famosa force de frappe (“fuerza de choque”, en francés), debía seguir bajo el control de París. Entonces, contraatacó: el 14 de enero de 1963 emitió su doble denegación: a la entrada de Reino Unido a la Comunidad Económica Europea y a la oferta hecha por Kennedy en Nassau. Luego, el 22 del mismo mes, el canciller de Alemania Occidental, Konrad Adenauer, y De Gaulle signaron, en París, el Tratado del Elíseo, el cual estableció la base para la relación franco-germana sobre tres pilares: defensa, educación y asuntos juveniles.

El mediodía de la relación franco-mexicana
En la primavera de 1963 López Mateos emprendió una gira por el Viejo Mundo para alcanzar tres objetivos: expandir las relaciones económicas internacionales, promover la aspiración de la Ciudad de México como sede de los Juegos Olímpicos en 1968 y abogar por el desarme nuclear.

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