Uno de los símbolos emblemáticos, aunque no exclusivos de la sociedad mexicana son los refranes, los dichos, las sentencias, los dicharachos e incluso las frases que nacidas del doble sentido se han enraizado en el lenguaje. En ese que forma parte de la reflexión, la experiencia, la sabiduría y que toma de la existencia cotidiana aquello que advierte, enseña, aconseja y le da significado a una manera de ser, de vivir, y que, con el paso de tiempo, ha terminado por constituir un componente de nuestra identidad y de eso que llamamos lo mexicano.
Para tener una idea más certera de lo que son los dichos populares o la paremiología, es prudente analizar que estas frases nos han sido legadas a través del tiempo, como nos lo prueban las Sagradas Escrituras, donde uno puede leer más de cuatro mil proverbios, precisamente en la parte correspondiente al Libro de los Proverbios. Todo esto puede ser de carácter onomatopéyico, comparativo, moral o metafórico, incluso de gran similitud al doble sentido, muy propio de nosotros los mexicanos. Para esto, habría que explicar en forma axiomática qué es un dicho, por ejemplo, donde resalta aquello que dice: “Del dicho al hecho hay mucho trecho” y; por supuesto, éste es un dicho. Y respecto del dicharacho, esta sería una frase con cierto sentido vulgar, como por ejemplo: “Aquí nada más mis chicharrones truenan”, que no es otra cosa que certificar el don y la posición de mando. En cuanto a la sentencia, no es más que un dicho sencillo en síntesis, con cierto tinte de moral, donde cabría lo siguiente: “Haz el bien sin mirar a quién”, “Haz el bien, y a volar, si se pierde, Dios sabrá”, “Haz mal y espera otro mal”, “Haz y deja ser a los demás”.
De esta manera, se han ido desglosando toda una serie de hechos contextualizados dentro de esta literatura mínima, comprimida, que es la paremiología. Y aquí surgiría aquello de: “Hijo de tigre, pintito”, que significa lo mismo en otra paremia, con esta estructura: “De herencia le viene al galgo”.
Los orígenes
A ciencia cierta, no sabemos si la paremia o paremiología se desarrolló en ciertos momentos dentro del pensamiento y la actitud mexica; apenas podría yo recordar aquello que surge de la cavilación del rey poeta de Texcoco, Netzahualcóyotl, y que dice más o menos así: “Hombre, es inútil apegarse a la vida, todos iremos al Mictlán”, lo que quiere decir que lo único seguro en la vida es la muerte.
Por lo que se refiere al uso cotidiano de los refranes, muy utilizados en las interpelaciones y respuestas populares del mexicano, podemos confirmar con certeza que las voces: adagio, paremia, dicho, proverbio, refrán y sentencia, forman parte hoy de nuestro lenguaje coloquial y familiar.
Como ya dijimos, la gran mayoría de estas sentencias guardan el valor filosófico y reflexivo de los pueblos, por ello los mexicanos a través de las generaciones hemos sabido permear y dar validez adecuada a cada una de estas sentencias, en virtud de su ironía, sagacidad, astucia y nuestra consabida picardía; formas que muchas veces engrandecen y otras denuestan, de ahí su sabio contenido.
La paremiología está íntimamente ligada con todos los actos de la vida cotidiana: lo religioso, lo político, lo histórico, lo social, etcétera; también se adentra en temas tan elementales como los animales, la gastronomía, lo dulce, lo amargo, el amor, la juventud, los caballos. Con respecto de los equinos, hay dos paremias cortísimas, una dice: “Caballo chiquito, siempre potrito”, que significa que las personas pequeñas siempre se verán jóvenes; o estas otras: “El caballo que no raya, que se vaya”; “El caballo que no jala de puntas, pa’ las yuntas”, que quieren decir que si alguien no es apto para lo que dice hacer, pues entonces “a otra cosa, mariposa”.
Esta publicación es un fragmento del artículo “Dichos ciertos y ciertos dichos” del autor Jesús Flores y Escalante y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 23.