Antonio Huitziméngari

La nobleza purépecha y el reino de Michoacán: intrigas, negociación y asimilación a la llegada de los españoles

Antonio Rubial García

Una vez consumada la caída de México-Tenochtitlan, los españoles buscaron avanzar hacia el reino de Michoacán, la segunda unidad política más importante de Mesoamérica. Tangáxoan, el último irecha, intentó pactar con los invasores en medio de intrigas dinásticas por la sucesión. Al final, los nobles purépechas negociaron el reconocimiento al rey de España, lo que les permitió continuar al frente de su señorío y que sus descendientes recibieran una esmerada educación de corte europeo, como sucedió con el gobernador humanista Antonio Huitziméngari.

La llegada de los invasores

Un año antes de que los ejércitos hispano-indígenas comandados por Hernán Cortés tomaran Tenochtitlan, en el centro ceremonial de Tzintzuntzan era proclamado Tzitzincha Tangáxoan como irecha o señor supremo de los pueblos de Michoacán. Su padre Zuangua había muerto de viruela, enfermedad llegada con los africanos que acompañaban a los invasores españoles. Después del poderoso Estado mexica, con el cual tenía una constante rivalidad, el señorío michoacano era la segunda unidad política más importante de Mesoamérica.

Al mismo tiempo que la Triple Alianza con la que Tenochtitlan, Texcoco y Tacuba iniciaron la expansión mexica desde la fértil cuenca lacustre del Anáhuac, a mediados del siglo XV se gestó alrededor del lago de Pátzcuaro una confederación formada por los señoríos tarascos de Ihuatzio, Tzintzuntzan y Pátzcuaro. Por medio de las armas y los pactos –al igual que los mexicas–, estos aliados fueron sometiendo al resto de los señores purépechas y convirtieron en sus tributarios a varios grupos otomíes, cuitlatecos, chontales y pirindas; estos últimos fueron utilizados para detener el avance de los mexicas en su frontera oriental matlatzinca.

Después de que Tangáxoan subiera al trono en 1520, las noticias que llegaban de aquellas regiones sobre los invasores españoles eran alarmantes. El huey tlatoani Motecuzoma había sido asesinado y los hombres blancos consiguieron reunir un enorme ejército formado por los pueblos descontentos con los mexicas; éstos, incluso, habían enviado dos embajadas a Michoacán para solicitar un apoyo que nunca obtuvieron.

Cuando Tangáxoan cumplía un año en el gobierno, llegaron a Tzintzuntzan las noticias de que Tenochtitlan, la urbe imperial que parecía inexpugnable, había sido tomada después de tres meses de asedio. Al enterarse, el señor de Michoacán mandó a México una embajada con regalos para Hernán Cortés y con la orden de pactar con los invasores. Por esas fechas ya había nacido su primogénito Tariácuri, y estaba esperando a su segundo hijo, Huitziméngari.

Como sucedió en otros señoríos, la llegada de los españoles había acentuado las luchas dinásticas, que ahora añadían nuevas razones para enfrentar a grupos rivales y se dividían entre quienes optaban por pactar y aquellos que preferían presentar resistencia. Ante un posible golpe de Estado por parte de sus hermanos –instigados por su tío Timas–, Tangáxoan los mandó asesinar. Para sustituirlos, se alió con Huitzitziltzi y Cuinierángari, hijos de un sacerdote y una noble; al segundo, quien tendría un importante papel en el gobierno de Michoacán en las décadas siguientes, le entregó a una de sus hijas por esposa y lo adoptó como “hermano”.

Conquista y evangelización

Como todo ser humano, el destino del pequeño Huitziméngari estuvo marcado por las decisiones de sus padres y por las circunstancias históricas que le tocaron. Nacido en la casta gobernante cuando se comenzaba a implantar el régimen español, su papel en este proceso quedó definido durante los primeros años de su vida. Con la sujeción de su padre al imperio español, se inició una serie de adaptaciones para convertir al señorío purépecha en un territorio tributario; en él se mantuvieron las instituciones antiguas que eran útiles para la implantación de la encomienda y para la extracción de recursos, los cuales al principio consistieron en objetos de oro, plata y cobre destinados al conquistador.

Después de varias embajadas enviadas por Cortés para sondear los recursos que se podían extraer del reino purépecha, en 1522 Cristóbal de Olid llegó al fuerte fronterizo de Taximaroa para pactar la sujeción del cazonci al emperador Carlos V. Como todos los capitanes enviados por Cortés, Olid iba acompañado de un ejército formado por mexicas, tlaxcaltecas y texcocanos ricamente ataviados para la guerra. Tangáxoan envió como su emisario a Cuinierángari, y aunque llegó sólo con un pequeño séquito, detrás de ellos estaba oculto un importante contingente armado.

Por medio de los intérpretes de las tres lenguas, ambas partes llegaron al acuerdo de que Cuinierángari se entrevistaría con Cortés en México, mientras Olid capturaba a Tangáxoan, que había huido a Uruapan. Después de saquear la riqueza del palacio purépecha, el capitán envió al irecha a Tenochtitlan para que se entrevistase con el nuevo gobernante del territorio. Cortés lo reconoció como el señor natural del reino de Michoacán y le concedió los tributos de varios pueblos alrededor del lago, pero todos los demás serían entregados en encomienda a sus capitanes más fieles, y él mismo se reservó los más ricos: Uchichila-Tzintzuntzan y las minas de Tamazula.

En 1524 Tangáxoan tuvo noticias de la expedición de Cortés a las Hibueras para castigar al sublevado Olid, el mismo que lo había capturado en Michoacán, y como buen político debió pensar que podía sacar provecho de esas pugnas internas. Pero no contó con que la ausencia del conquistador lo afectaría, pues, con el pretexto de que el señor de Michoacán era su aliado, los ambiciosos enemigos de Cortés lo enviaron prisionero a México en 1525. Cuinierángari aprovechó tal situación para fungir como el verdadero gobernante de la región y pactó con los sucesivos corregidores enviados para cobrar los tributos del rey de España, los cuales se volvieron una nueva plaga explotadora de los indios.

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