El mapa que inventó a “América”

La Universalis cosmographia (1507) de Martin Waldseemüller

La Redacción

América fue inventada. La imaginación, popular y erudita, del siglo XV alzó mitos sobre las historias difundidas por los navegantes que se aventuraron en mares tenebrosos a tierras ignotas. El “descubridor” de un nuevo mundo fue Cristóbal Colón, nombrado por los reyes de España “Almirante de la Mar Océana, Virrey y Gobernador General de las Islas y Tierra Firme de Asia e Indias”.

En 1492 Colón se tropezó con unas islas muy cercanas a Cipango (Japón). El almirante estaba seguro de eso. Las cartas de sus viajes se reproducían en las lenguas más populares –latín, castellano, francés, portugués, toscano–, junto a otros relatos y mapas de capitanes de navíos que recorrían los bordes de ese otro mundo. Europa consumía las noticias originadas en los viajes de ultramar y quince años después del primer viaje de Colón se difundió rápidamente el nombre “América”.

La audaz idea de inventar un nuevo continente se produjo en 1507, en una pequeña comunidad de eruditos en Saint-Dié-des-Vosges, en las montañas de los Vosgos, en la hoy Lorena francesa. Hombres que nunca habían cruzado el Atlántico hicieron un libro, similar a otros en boga, llamado Cosmographiae introductio, que presentaba la sorprendente noticia de que el mundo no estaba formado únicamente por Asia, África y Europa –las tres partes conocidas desde la Antigüedad–, pues el mercader florentino Américo Vespucio había descubierto una cuarta parte que decidieron llamar América.

El planisferio anexo al libro, titulado Universalis cosmographia, fue elaborado por el cartógrafo alemán Martin Waldseemüller e impreso en 12 partes en xilografía (grabado con buril en madera) para formar, unidas, un cuadro de 128 por 233 cm. Diversas razones conspiraron para la rápida difusión y adopción del nombre América (un ameno relato de aquellas circunstancias lo escribió Stefan Zweig en 1941: Américo Vespucio. La historia de un error histórico).

En 1507 se imprimieron un millar de ejemplares (muchísimos para la época) de dicho planisferio, aunque todos se perdieron en pocos años por la producción de otros mapas más novedosos. Sólo se salvó una copia que permaneció olvidada en una biblioteca de Núremberg durante varios siglos.

Esa copia del mapa de Waldseemüller fue encontrada por casualidad en 1901, en un castillo en el sur de Alemania; luego fue resguardada en la colección Wolfegg, en Württemberg, durante otros cien años. Afortunadamente, todo el mundo pudo conocer el insólito planisferio en el siglo XXI, pues en 2003 fue comprado por la Biblioteca del Congreso, en Washington, que lo puso a disposición del público en 2007 (en su sitio web), a 500 años de su publicación.

Dicho mapa contiene varios atrevimientos: muestra el mundo más o menos como lo conocemos ahora. En el norte se ve algo parecido al golfo de México, y las Antillas se acercan a una península que recuerda a la Florida; sin embargo, en Europa nadie sabía de la existencia de esos territorios. Además, el planisferio fue de los primeros que mostraron la costa completa de África, que poco antes habían conocido los portugueses. Algo muy importante es que su visión del mundo se desplegó en 360 grados de longitud.

Lo más sorprendente para Europa fue la presencia de un continente separado entre dos océanos, aunque en ese momento Colón, Vespucio y otros navegantes y cartógrafos estaban convencidos de que las tierras del nuevo mundo eran las costas orientales de Asia. Basaban su idea en el hecho de que los tres continentes conocidos eran contiguos, como una enorme masa de tierra rodeada por mares e islas.

¿Cómo pudo el alemán Waldseemüller imaginar la existencia de otro continente rodeado por agua, en consecuencia, de otro océano, además de perfilar el Cono Sur y el estrecho de Panamá? Una conjetura es que quizá intentó completar la observación de Vespucio sobre los “salvajes” en las costas de Sudamérica: estos no se parecían nada a los habitantes de China e India que habían visto sus contemporáneos europeos, por lo que tenía que ser una tierra separada de Asia.

Esto era una audacia, pues el primero en avistar el “Mar del Sur” fue Vasco Núñez de Balboa seis años después, desde las alturas del estrecho de Panamá en 1513; Fernando de Magallanes le impondría, pocos años después, el nombre de Mare Pacificum. En el mapa hay una enorme isla al norte que Waldseemüller llamó Parias, lugar registrado en los viajes de Vespucio. Parias sería hoy Norteamérica, y “América” está en Sudamérica. Ambas partes están separadas por un estrecho en la zona de Panamá.

Europa aceptó de inmediato el nombre propuesto en la Universalis cosmographia de Waldseemüller. América era también un nombre femenino, como Europa, Asia y África, y así se reprodujo profusamente en mapas y libros, particularmente en Inglaterra, Alemania, Francia e Italia.

Aunque en España Colón tenía enemigos, muchas voces se alzaron en contra de su deshonra, como años después lo hizo fray Bartolomé de las Casas, en su Historia general de las Indias, en la que considera a Vespucio como un aventurero que, con engaños, quiso atribuirse el descubrimiento de la tierra firme, usurpando la gloria del almirante.

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