La herbolaria indígena y la apropiación del cannabis

José Domingo Schievenini

 

Además del potencial industrial derivado de su tallo, el cannabis tiene las propiedades nutricionales de sus semillas y el potencial psicoactivo y medicinal de la resina segregada por sus flores. Debido a estas propiedades, en Nueva España el cannabis se usaba subrepticiamente con fines terapéuticos y rituales en prácticas propias de curanderos y herbolarios indígenas.

 

Si bien los cultivos de cáñamo no lograron trascender a escala industrial durante el virreinato, los múltiples intentos por sembrarlo esparcieron la planta por el territorio dando pie a que sus ejemplares se adaptasen a nuevos suelos y a climas distintos, más cálidos, originando variaciones fenotípicas en el género cannabis.

Efectivamente, durante ese periodo virreinal el género botánico cannabis comenzó a sobresalir como una planta beneficiosa para quien quisiese aprovechar las propiedades medicinales y psicoactivas de sus flores, las cuales habían desarrollado características distintas a las del cáñamo sembrado en Europa en siglos anteriores y en Nueva España durante el XVI. Las plantas adaptadas a climas más cálidos y suelos ricos en nuevos nutrientes favorecieron el crecimiento de plantas distintas, más aptas para ser usadas como “droga”.

Es interesante señalar que para aprovechar los usos medicinales o psicoactivos de las flores no se requería de grandes extensiones de terreno, ni de oficio e instrumentos técnicos. Tampoco se precisaba apoyo por parte de la Corona. Se requería conocimiento general de herbolaria, el cual fue sin duda una de las principales características de los pueblos indígenas.

No resulta sorpresivo que los indígenas, que trabajaron en los cultivos de cáñamo durante los siglos XVI y XVII, hubiesen observado las flores verdes que resplandecían al segregar resinas. Sin duda llamaban la atención de una población familiarizada con una amplia diversidad de plantas y hierbas. Sin mayores complicaciones pudieron haber llevado esas flores a sus hogares, donde en función de sus conocimientos de herbolaria descubrieron y experimentaron sus propiedades, y en ese contexto las continuaron sembrando en prácticamente cualquier espacio de terreno al aire libre o en cualquier maceta en un patio casero, llamando a la planta con otras denominaciones distintas a la de cáñamo y dándole otros usos, acordes con las costumbres y tradiciones de la población originaria en esos territorios.

La propagación del cannabis en suelo novohispano fue tan extensa que, ya durante el siglo XIX, la ubicuidad de la planta en México hacía suponer que se trataba de una especie autóctona.

 

Cuando la marihuana se convirtió en “vicio”

Fue en el XIX que su uso comenzó a ser presentado por la élite intelectual y por la prensa ya no como “cáñamo”, no como un cultivo industrial, sino como un asunto propio de la herbolaria indígena. Se trataba de un uso que preocupaba a las élites porque era un “vicio”, un hábito perjudicial propio de los sectores marginales de la sociedad mexicana.

¿Cómo se dio esa segunda transición? ¿Cómo pasó de ser una planta con usos indígenas, médico-rituales, a una hierba que se fumaba con fines enervantes? Al igual que hay pocas referencias para ahondar en la primera transición (de cultivo industrial a elemento de la herbolaria indígena), hay pocos documentos para contestar las preguntas relativas a la segunda. Sin embargo, desde la perspectiva histórica actual puede afirmarse que la segunda trasformación de los usos y de la denominación del cannabis (ocurrida en el siglo XIX, cuando comienza a usarse la palabra marihuana), estuvo inmersa en escenarios de control social que remplazaron los argumentos morales de la represión inquisitorial por una regulación racional, la cual anhelaba la idea de modernidad propia de ese siglo.

Así, de manera paralela al desvanecimiento de la denominación náhuatl pipiltzintzintli, el desprestigio del cannabis se relacionó con la supuesta connotación indígena de la palabra marihuana y con sus emergentes usos en algunos sectores marginales.

Este desprestigio afianzó las bases sobre las cuales la sociedad mexicana percibiría a la planta y su consumo durante el siglo XIX, las cuales a su vez sirvieron también para que en las primeras décadas del siglo XX se promulgase una ley que prohibió la marihuana por primera vez a nivel nacional, al ser una planta que, según los gobernantes, “degeneraba la raza”.