A principios del siglo XX se identificaron un total de 1 350 edificios novohispanos de carácter religioso en Oaxaca, con lo que ocupaba el cuarto lugar entre los estados de la República.
Diecisiete dominicos organizados por fray Tomás Ortiz embarcaron desde el Viejo Mundo con destino a la Nueva España en el siglo XVI, con la encomienda de evangelizar a los pobladores de estas tierras. Tras décadas de actividad, la orden fundada por Santo Domingo de Guzmán logró construir sus conventos más representativos en lo que hoy es el estado de Oaxaca, uno de los que tiene mayor cantidad de edificios novohispanos de carácter religioso preservados hasta la actualidad; tan solo a principios del siglo XX se habían identificado un total de 1350, con lo que ocupaba el cuarto lugar de la República Mexicana.
Es importante mencionar que, durante mucho tiempo, se pensó que la cantidad de frailes era de doce, cifra que debiera ser similar a la de los primeros franciscanos, en virtud del simbolismo que representa la docena de apóstoles seguidores de Jesús; sin embargo, las fuentes históricas muestran que no fue así. Provenientes de los conventos dominicos españoles de San Esteban de Salamanca, San Pablo de Valladolid y San Pablo de Sevilla, principalmente, después de casi diez años de asentarse en la capital novohispana, los frailes fundaron la provincia de Santiago de México en 1535. Asimismo, en el territorio oaxaqueño se conformó la de San Hipólito Mártir, que congregó aproximadamente sesenta conventos.
Los sucesos históricos acontecidos durante este proceso, derivados del intercambio cultural entre el mundo indígena y el español, permitieron, entre otras cosas, el desarrollo de una mano de obra excepcional y por ende de una arquitectura que con el devenir de los siglos hizo posible otorgar el título de verdaderas obras maestras del arte virreinal a los edificios construidos en la Nueva España por la orden de los Hermanos Predicadores, como también se les conoce a los dominicos.
[…] Es difícil conocer si para la construcción de los primeros conventos se siguieron algunas normas de arquitectura y de principios estructurales o, por lo menos, si al hacerlo se tenía consciencia de ello, ya que fue posterior a 1550 cuando empezaron a llegar los primeros arquitectos a la Nueva España y junto con ellos algunos libros sobre esa disciplina. Lo que sí es sabido es que la edificación de los conjuntos religiosos fue posible mediante la combinación de los conocimientos europeos y americanos, cuyo producto derivó, al principio, en pifias bastante evidentes que más tarde fueron erradicadas gracias a la experiencia adquirida tanto de los religiosos como de los indígenas.
[…] En cuanto al tamaño de los edificios, éste dependía de distintos factores como la cantidad de población tributaria; pero no solo en el sentido de la provisión económica, sino en la magnitud de habitantes por evangelizar y el número de frailes disponibles para tal tarea. Así, las dimensiones de un inmueble estarían determinadas por el número de feligreses y de clérigos con sus respectivas funciones; cada uno de ellos tenía un nombre específico (convento, capilla o misión), que en conjunto formaban una fundación, ya sea en los denominados pueblos de indios o en las villas españolas; las primeras eran rurales, las segundas urbanas.
Factores importantes fueron también el proceso y conocimiento constructivo desarrollado por los indígenas previo a la llegada de los españoles, así como el producto resultante del intercambio entre ambos y quizá la eficacia de los frailes en la dirección de los trabajos de edificación. Simbólicamente, la grandeza de los conventos tal vez tuvo la intención de demostrar el poder y autoridad de la nueva religión sobre los indígenas y sus construcciones, o incluso, sobre otra orden católica.
San pedro y San Pablo Teposcolula
Como resultado de la arquitectura experimental, los frailes consiguieron edificar imponentes conventos y templos; de los construidos en Oaxaca, resaltan por su magnífica arquitectura y valores históricos los de San Pedro y San Pablo Teposcolula, Yanhuitlán y Coixtlahuaca, todos en la Mixteca Alta, además del que se ubica en el Centro Histórico de dicha entidad.
El de Teposcolula es un edificio ejemplar y único al que el historiador de arte Manuel Toussaint describió como “una obra admirable por la perfección técnica que revela, admirable por la sobriedad de su ornato”, a pesar de que estaba en ruinas para cuando él la vio, en la década de 1930.
La majestuosidad arquitectónica de todo el conjunto no solo consiste en el convento y el templo –que pese a su sobriedad no le demerita importancia–, sino en la capilla abierta de doble nave cuya característica es que el ábside (parte aboveda y comúnmente semicircular) se localiza al centro y no detrás, como en el resto de los recintos de su tipo.
La cubierta de dicha área es una asombrosa bóveda de nervaduras, con arcos de medio punto que dan forma a un hexágono reforzado. En la fachada posterior resalta la calidad de la mano de obra en el corte y labrado de la cantera para la formación de los casetones y molduras que adornan sus columnas.
Yanhuitlán
Este sitio se ubica en la llanura más ancha de la Mixteca Alta… Antes del conjunto conocido en la actualidad, se tiene documentada la existencia de tres inmuebles en esta localidad: el templo, una capilla y las viviendas de los frailes. Los muros de la nave fueron construidos mediante la colocación de dos paredes paralelas de mampostería de piedra natural y un relleno de lodo y pedacería –técnica muy común durante el siglo XVI– entre ellas. De este punto, resalta la portada principal cuyo espesor rebasa los 2.26 metros debido a que se constituye por dos fachadas, una sobre la otra y edificadas ambas con la técnica antes descrita; la moderna cubrió por completo a la del siglo XVI y es la que se aprecia hoy.
Hacia el costado sur del templo se encuentra el convento construido en dos niveles cuya tipología es difícil de clasificar: el claustro de la planta baja presenta rasgos de la arquitectura gótica, tales como las bóvedas de nervaduras apoyadas no en arcos ojivales, como debiera ser, sino en arcos de medio punto; mientras que la planta alta contrasta notablemente con una techumbre a base de vigas de madera que descansan, hacia el interior, en los muros, y hacia el patio, en arcos escarzanos.
Ex Convento de San Juan Bautista
Emplazado sobre un gran montículo de tierra nivelado –al igual que el de Yanhuitlán–, el cual también da forma al atrio, el Ex Convento de Coixtlahuaca posee una capilla abierta cuya bóveda se resolvió muy similarmente a la de Teposcolula. La gran extensión del atrio le proporciona mayor jerarquía que al resto del conjunto arquitectónico. En la base de la portada principal del templo, las molduras perpendiculares de la cantera recuerdan a los casetones rectangulares que adornan las columnas de la capilla abierta de San Pedro y San Pablo Teposcolula.
Destaca sobre el frontón un rosetón de doce lóbulos, componente arquitectónico que se repite en la portada lateral norte. Aquí, sin embargo, la portada principal, ubicada hacia el poniente, pierde jerarquía por el área reducida que le corresponde de atrio.
Esta publicación sólo es un fragmento del artículo "Joyas virreinales" del autor Israel Hernández Ortega, que se publicó íntegramente en Relatos e Historias en México número 104.
Este artículo se complementa con dos documentales sobre la ruta dominica en la Mixteca Alta de Oaxaca, para verlos dé clic en la siguiente liga: http://relatosehistorias.mx/numero-vigente/ruta-de-los-conventos-dominic...