La batalla de la Angostura

Los límites de la lucha en el norte del país

Gerardo Díaz

Santa Anna estaba orgulloso. De acuerdo con su testimonio en Mi historia militar y política, el ejército de 18,000 hombres que comandaba causó gran admiración al pasar por San Luis Potosí. “Cuatro divisiones, equipados de todo, instruidos y con buen material de guerra” se encaminaron hacia Saltillo para desaparecer a las fuerzas estadounidenses de Zachary Taylor. Entre la tropa, la opinión difería bastante. Reclutados por la fuerza, mal pagados, mal alimentados y escasamente arropados para el invierno en el norte del país, estos hombres caían por la fatiga o procuraban escapar a la primera oportunidad.

 

A pesar de todo, 14,000 lograron aproximarse a Saltillo, donde Taylor decidió enfrentarlos cerca de la hacienda de Buena Vista, en una zona denominada la Angostura, por el estrecho paso en la inmensidad de la sierra que permitía entrar a la ciudad desde el sur.

Una de las primeras órdenes de Santa Anna fue que la caballería del general José Vicente Miñón, de unos 1,500 hombres, realizara un enorme rodeo entre los rudimentarios caminos de la sierra, esperando sorprender a la retaguardia enemiga. En segundo lugar, sobreponerse en la Angostura amagando el paso por esa franja natural, pero ordenando el ataque principal escalando cerros y lomas por el flanco derecho para así sorprender a la defensa estadounidense.

El plan se desarrolló entre los días 22 y 23 de febrero de 1847. Entre gélidas ventiscas y lluvia constante, al general Pedro Ampudia y otros valientes les tocó escalar la sierra. Nada para nadie. De acuerdo con su plan, los estadounidenses contuvieron la entrada por la Angostura, pero cuando observaron la bravía escalada mexicana apretujaron todas sus fuerzas y reservas en su flanco izquierdo.

Unos 4,500 invasores desesperados lograron sobrevivir las jornadas. Su artillería y fusilería los salvó en el momento más necesario. Al día siguiente, Santa Anna ordenó retirada. Su ejército estaba agotado, prácticamente sin parque ni comida, mientras los estadounidenses tenían carros repletos.

El general Miñón nunca atacó la retaguardia y más bien su presencia resultó perjudicial, pues amonestó a Taylor a no realizar una retirada por miedo a ser emboscado en el camino. Así el acantonado enemigo resistiría el tiempo que le permitieran sus pertrechos, lujo que el ejército mexicano no se podía permitir.

Para evitar una catástrofe y no perder más soldados, Santa Anna prefirió recular. Taylor no avanzó ni un kilómetro más al sur en toda la guerra. La controversial decisión de Santa Anna sigue escalándose en medidas de valor o cobardía, lo cierto es que tal vez fue la decisión más sensata de toda la guerra, aunque moralmente perjudicial.

 

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