Villa, sus años como guerrillero

Javier Garciadiego

Al mismo tiempo que los villistas sufrían grandes deserciones y se achicaban en el territorio, los constitucionalistas expandían su acción política y militar a todo el país. Para reducir el apoyo social a los convencionistas, Carranza decretó leyes agrarias y pactó con la anarquista Casa del Obrero Mundial. Con las derrotas, la antes poderosa División del Norte comenzó su disolución por la deserción de sus integrantes. Comenzaron los años de Villa como azote del pueblo, cuyos ataques se centraron en pequeñas comunidades de rancheros, al grado de que estos tuvieron que organizarse en “defensas sociales”.

 

La siguiente etapa en la biografía de Villa fueron sus años como guerrillero, de principios de 1917 a mediados de 1920,23 cuando al carecer de recursos monetarios tuvo que recurrir a las exacciones de dinero y alimentos del sector popular de Chihuahua y Durango. Fueron años en que las pequeñas partidas villistas cometieron graves excesos contra pueblos y ranchos. Por carecer de dinero, y por ende de armas, no pudieron acometer operaciones mayores, contra ciudades o negocios bien protegidos. De hecho, como una forma de autoprotección se organizaron Defensas Sociales con los varones jóvenes de las diversas comunidades, incluyendo en ocasiones hasta a ex villistas. Obviamente, durante estos años Villa no fue “el Revolucionario del Pueblo”; más bien fue su azote. Otra característica de esa etapa fue que Villa ya no contó con sus viejos colaboradores ‘históricos’, como Calixto Contreras, Rodolfo Fierro, Pánfilo Natera, Toribio Ortega, José Isabel Robles, Tomás Urbina y tantos más, incluyendo a Felipe Ángeles. Ahora Villa contaba con nuevos cabecillas, sólo comprometidos con la sobrevivencia de su pequeña partida. Lo repito: las derrotas traen deserciones, dispersión e indisciplina. Sobra decir que durante estos años se ahondó la “horizontalidad” de las fuerzas villistas, por lo que Villa mismo participó en muchas de sus peores violencias y excesos.

Por cierto, a finales de 1918 Ángeles dejó su exilio en Estados Unidos y se presentó en el campamento de Villa. Estaba preocupado por la actitud que pudiera asumir Washington respecto a México, acusado de germanófilo, ahora que acababa de terminar la Primera Guerra Mundial. En consecuencia, Ángeles intentó convencer a Villa de que buscara una reconciliación con Estados Unidos y de que cesaran sus violencias contra la población civil local y contra todo tipo de negocios. Claro está que el regreso de Ángeles fue un estímulo para Villa, consiguiendo juntos algunos éxitos militares y acrecentando sus contingentes. Sin embargo, las propuestas “civilizatorias” fueron luego rechazadas por los cabecillas villistas y por el propio Villa, pues sin exacciones –léase botín– desertarían los pocos villistas que quedaban y desaparecería el movimiento. Sobre todo, el fallido ataque a Ciudad Juárez, en junio de 1919, mostró que el movimiento villista seguiría con sus mismas tácticas y su misma conducta. Ante ello, Ángeles abandonó el villismo y tuvo que esconderse para no ser aprehendido por las fuerzas carrancistas, lo que finalmente sucedió en noviembre de 1919.27 El último desencuentro entre Villa y Ángeles obliga a analizar la relación entre ellos. Cierto es que hubo una gran colaboración militar –¡histórica!– a lo largo de 1914 y principios de 1915. Cierto es también que ambos se definían como maderistas. Sin embargo, las diferencias entre ellos eran abismales, respecto a la táctica y la disciplina militar, en lo que se refiere a la estructura de la propiedad agraria, sobre el valor de Estados Unidos como país y en su apego a la ley y a la democracia. Pocas personalidades tan diferentes como el binomio Villa-Ángeles, unidos temporalmente por las necesidades de la guerra contra Huerta. Uno era un guerrillero y abigeo; el otro era un exfederal porfirista.

 

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Javier Garciadiego: Doctor en Historia de México por El Colegio de México y doctor en Historia de América Latina por la Universidad de Chicago. Ha impartido cursos en la UNAM, el ITAM y El Colegio de México, y ha sido profesor visitante en diferentes universidades del extranjero. En 2010 recibió el premio del INEHRM a la trayectoria en investigación histórica sobre la Revolución Mexicana. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (nivel III), de la Academia Mexicana de la Historia desde 2008 y de la Academia Mexicana de la Lengua. Es autor de numerosos artículos y de varios libros; entre los más recientes destacan: Textos de la Revolución Mexicana (2010), Revolución y exilio en la historia de México. Del amor de un historiador a su patria adoptiva. Homenaje a Friedrich Katz (2010), Ensayos de historia sociopolítica de la Revolución Mexicana (2011) y 1913-1914: de Guadalupe a Teoloyucan (2013). Colaborador asiduo de esta revista desde sus inicios, ha sido director general del INEHRM y presidente de El Colegio de México. Actualmente es director de la Academia Mexicana de Historia.

 

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Villa: revolucionario y bandido