Los Ortega Rea, al destierro

Juan Antonio Reyes-Agüero

Aunque Isidro se declaró gente de paz, no se detuvo el acoso de los carranclanes que, aprovechando la coincidencia de los apellidos, lo declararon pariente del general villista Toribio Ortega. Con la acusación, la sentencia había sido dictada… En la carreta, Isidro colocó su tristeza entre los pocos trastos y algunas ropas hechas garras, bien acomodadas para que no se maltrataran. Con su mujer María de los Ángeles, acompañados por Severa y Guillermo, tomaron el camino del exilio, con los derrotados, los despojados. Así, se sumaron a la diáspora mestiza de desplazados por la Revolución.

 

La tormenta maderista sacó de su ensoñación al polvo del desierto. Un elemento esencial de los ejércitos eran los caballos, y quién mejor que el famoso caballerango Isidro Ortega, el del buen corazón, para cuidarlos. Por ello fue reclutado por los que se organizaron en torno a Luis Moya para la toma de Nieves, en febrero de 1911, a fin de que se hiciera cargo de la caballada. Por cierto, cuando llegó a las huestes guerreras fue bien recibido, pues se encontró con varios de aquellos jullidos, quienes ahora, presumidos, se reivindicaban como revolucionarios. Tres meses después murió Luis Moya en la batalla de Sombrerete, y a poco se declaró el triunfo de Francisco I. Madero.

Nieves, como todo el país, vivió la paz tensa del maderismo, pues se escuchaba el andar de los antiguos porfiristas en las botas de los soldados federales, en quienes Madero depositó su confianza. Esos pasos encaminaron a Victoriano Huerta, ustedes lo saben, a soliviantar al país en 1913.

El cabo segundo del 26º Cuerpo Rural, Pánfilo Natera, estaba acantonado en su natal Nieves cuando, al llamado de Venustiano Carranza, convocó a sus paisanos a alzarse en armas contra el usurpador Huerta. Luego, con cuatrocientos jinetes se dispuso a avanzar sobre Jerez, Zacatecas. Así, lo que inició solo como una tormenta maderista se inflamó hasta alcanzar las dimensiones de Revolución mexicana, la cual arrastró vidas y desbarató haciendas.

Los revolucionarios nevenses atendieron el llamado de Pánfilo Natera, menos Isidro, quien con lo vivido en 1911 había tenido suficiente. Así, cuando lo invitaron a ser otra vez caballerango militar, se declaró gente de paz contestando: “Soldado, ni del santo entierro, y del Barbas de Chivo, menos”.

Al escuchar eso, su mujer María de las Ángeles contuvo el aliento, pues intuyó que la frase era arriesgada; y en efecto, desde entonces se le identificó como anticarrancista. Isidro todavía dijo: “Ahí al que le guste, pos que se vaya a la bola”. Cinco años después, el combate entre las facciones revolucionarias lo alcanzó. Era 1918 cuando le ladraron los perros. Ya en ese entonces, su hija Severa Ortega se había casado con Guillermo Agüero.

 

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Juan Antonio Reyes-Agüero. Doctor en Ciencias Biológicas por la UNAM y maestro en Botánica por el Colegio de Postgraduados. Es profesor-investigador en el Instituto de Investigación de Zonas Desérticas de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, e investigador nivel I del SNI.

 

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¡Y ni parientes eran! La tragedia de una familia del norte en los tiempos de la Revolución