La rebelión del expresidente Adolfo de la Huerta en 1923

Gerardo Díaz Flores

La primera fractura del triunfante grupo sonorense ocurrió al finalizar el gobierno de Álvaro Obregón, en 1923, con la rebelión delahuertista. Nacido en Guaymas, Adolfo de la Huerta no era un revolucionario de diminuta estatura política, y por ello, frente a su distanciamiento del grupo que rompió con Venustiano Carranza, varios generales de importancia se aglutinaron en su entorno rebelde.

En la última década del siglo XIX, en el Colegio de Sonora nadie imaginó que en su plantilla docente convergían dos personajes destinados a la presidencia de la República: Plutarco Elías Calles, de carácter rígido y poco conversador, y Adolfo de la Huerta, jovial y dicharachero. Ambos coincidieron en el futuro al abandonar las aulas. Calles laboró en algunos puestos públicos locales gracias a una buena relación con Alberto Cubillas, a la sazón gobernador porfiriano. Para 1910 De la Huerta se dedicó a apoyar al Partido Antirreeleccionista, y Calles a un negocio de almacenes, que por petición de Adolfo fue utilizado como lugar de reunión de los maderistas. Cuando Francisco I. Madero convocó a la lucha armada, Calles justificó su ausencia indicando su lealtad a Cubillas, mientras que De la Huerta acudió con líderes yaquis para formar una Junta Revolucionaria encabezada por José María Maytorena.

El triunfo de la revolución
Tras la renuncia del presidente Porfirio Díaz y el compromiso de realizar elecciones libres, De la Huerta se convirtió en un fuerte apoyo para la gubernatura de Maytorena en Sonora. En sus recorridos conoció a Álvaro Obregón, quien, como Calles, aún se hallaba fuera de la acción militar, convencido de que en el futuro las elecciones serían libres e incluso que él podría participar. En octubre de 1911, Adolfo resultó electo diputado en el Congreso local, mientras que Huatabampo se inclinó por Obregón como presidente municipal, y en Agua Prieta Calles fue designado comisario.

En marzo de 1912 Madero solicitó refuerzos de Sonora para sofocar la rebelión de Pascual Orozco –extendida en varios estados norteños–, y Obregón conformó un batallón con el que destacó por su valor y certeras decisiones. Adolfo tampoco dudó en acompañar en el frente a Maytorena, y Calles también colaboró militarmente en Agua Prieta contra los orozquistas. Estas acciones, en conjunto, propiciaron la cercanía de estos tres hombres que llegarían a ser presidentes de la República.

El carrancismo
De la Huerta se encontraba en la Ciudad de México cuando comenzó la llamada Decena Trágica, en febrero de 1913. Después de analizar los tristes acontecimientos, tomó el ferrocarril y partió hacia el norte. Lo desalentaba el poco compromiso de distintos gobernadores ante el asesinato del presidente Madero, hasta que se regocijó con la desafiante actitud del de Coahuila, Venustiano Carranza, a quien le ofreció su completa disposición.

Carranza partió con su pequeño ejército hacia Sonora y Adolfo fue su principal intermediario en Hermosillo. Lo acercó a Obregón, y sus informes sobre cada individuo dispuesto a la lucha despertaron la atención de don Venustiano, quien lo designaría secretario de Gobernación del gabinete en los turbulentos años de la guerra civil. Luego, en 1916 el llamado Primer Jefe lo nombró gobernador provisional de Sonora, cargo que ocupó hasta junio de 1917. En ese puesto respaldó a los yaquis y se comprometió a una restitución de tierras una vez que se hiciera el peritaje y avalúo para determinar el valor. Fue un paso muy importante para la conciliación en la región.

En vísperas de las elecciones de 1917 hizo tal vez el trabajo político más delicado para el Primer Jefe: “El señor Carranza, me pidió que convenciera a Obregón de que retirara su candidatura a la presidencia de la República […] Resuelto el problema, me mandó a México a hacer labor semejante cerca de Pablo González, lo quehice por conducto de amigos míos que lo eran también del general. Así es que los dos, Obregón y Pablo González, quedaron entendidos de que contarían, para el periodo siguiente, con la simpatía del Primer Jefe en su lucha por la primera magistratura del país”. Esto no sucedió.

El Plan de Agua Prieta
Tras la elección constitucional de Carranza en 1917, De la Huerta colaboró con su gobierno. Fue nuevamente gobernador de Sonora y decretó importantes reformas laborales. Después fue nombrado comisionado en Estados Unidos para dialogar sobre la delicada situación internacional resultante de la Primera Guerra Mundial y los guiños de Alemania con el gobierno de Carranza.

Al acercarse los tiempos de sucesión presidencial y campañas electorales, en sus memorias recordó: “al llegar el año de 1920 Carranza cambió de parecer. Le vino fobia en contra de los militares y encariñamiento con el civilismo y se declaró opuesto a que un militar llegara a la presidencia porque (según me dijo en pláticas confidenciales) él consideraba que los militares estaban acostumbrados al engaño, al golpe a mansalva, la emboscada, el autoritarismo”.

Desde la Ciudad de México, diversos gobernadores recibieron instrucciones para favorecer la candidatura del diplomático sonorense Ignacio Bonillas, quien también había participado en el gabinete de guerra de Carranza y en 1917 fue enviado como embajador a Estados Unidos. De la Huerta se negó contundentemente a respaldar esa candidatura y cayó de la gracia presidencial.

Después de varios choques entre el interés estatal y federal (entre otros, el cese de la guerra contra los yaquis defendido por De la Huerta, y su continuación, exigida por Carranza), el general Juan José Ríos recibió órdenes para deponer al gobernador. El general Calles acudió de inmediato a Sonora al apoyo de don Adolfo, y en Agua Prieta proclamaron el plan que desconocía al presidente.

Adolfo de la Huerta fue designado Jefe Supremo del Ejército Liberal Constitucionalista: “Carranza tuvo tiempo y oportunidad de componer la situación; amigos hubo, entre ellos yo mismo, que se lo dijimos, pero tenía a su lado elementos que parecían tener el don de errar […] Por eso cuando me tocó verme en aquella posición antagónica al señor Carranza, por quien sentía verdadero afecto, respeto y cariño originados en su actitud al principio de la lucha del constitucionalismo, me sentía verdaderamente apenado”.

Este episodio podría ser la génesis del “delahuertismo”, pues fue secundado por un considerable número de gobernadores militares y oficiales del ejército.

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