La derrota de la Convención y de Villa

Javier Garciadiego

Entre octubre y noviembre de 1914, la Convención se declaró “Soberana” y desconoció a Carranza como jefe de la revolución. En contraparte, Villa fue nombrado comandante de las fuerzas convencionistas. Los poderosos ejércitos constitucionalista y convencionista se enfrentaron a lo largo de 1915 en la fase más cruenta de la Revolución. La División del Norte fue derrotada de manera total e irreversible por Álvaro Obregón. Villa perdió toda capacidad de recuperar su liderazgo popular y sus alianzas.

 

La derrota de la Convención, y en particular de Villa, no fue solo militar, aunque implicó nada menos que la disolución de la División del Norte. Fue también política y social. Para colmo, las derrotas generaron deserciones, dispersión e indisciplina. Ante el evidente resultado de la guerra entre las “facciones”, el gobierno de Estados Unidos comprensiblemente reconoció a Carranza en octubre de 1915. Su derrota y el distanciamiento de Estados Unidos dio inicio a otra etapa en la biografía de Villa, que se prolongaría por todo 1916, definible como la etapa de la yancofobia y del nacionalismo popular. Reacio a la autocrítica y proclive a buscar culpables ajenos, Villa aseguró que su derrota la habían causado los Estados Unidos, por lo que en cosa de semanas pasó de la amistad al odio. Para comenzar, en enero de 1916 un grupo de villistas fusiló a una veintena de mineros norteamericanos en la estación de Santa Isabel. Dos meses después tuvo lugar un hecho histórico: Villa, al frente de un grupo como de quinientos hombres, atacó la población de Columbus, en New Mexico.

Tres causas, no excluyentes, se han aducido para explicar la drástica decisión de Villa: su deseo de venganza de Sam Ravel, quien le había vendido armamento defectuoso y se negaba a cualquier reparación; su afán por provocar un conflicto entre Estados Unidos y Carranza; la intervención de algún agente alemán para provocar un conflicto bélico que ocupara al ejército americano al sur de su frontera. Como es sabido, el presidente Wilson envió a México una Expedición Punitiva, que llegó a tener hasta diez mil soldados profesionales y bien pertrechados. A pesar de esto, no pudieron derrotar a Villa, que era su único objetivo. Por su parte, Carranza también envió numerosas fuerzas a Chihuahua, pues entendió que sería políticamente contraproducente que los ‘punitivos’ fueran los que vencieran a Villa. De hecho, ninguna de las dos fuerzas lo logró, y Villa sobrevivió al doble asedio. Es más, a partir de septiembre Wilson y Carranza decidieron que hubiera un impasse militar –y unas negociaciones–, para evitar que pudiera estallar un conflicto entre ambos ejércitos, que era lo que buscaban Villa y Alemania.

Lo cierto es que a principios de 1917, cuando se retiró la Expedición Punitiva, más fracasada que vencida, pues Washington necesitaba a todas sus fuerzas en el frente europeo, Villa parecía haberse recuperado. Sobre todo su imagen había cambiado, pues de ser el derrotado de 1915 pasó a ser el mayor héroe nacionalista del país. Muchos de sus mitos y leyendas se refieren a su asombrosa resistencia de 1916. Otra vez había tenido que ser el hábil guerrillero forjado con sus experiencias de arriero y bandido. Su éxito, sin embargo, era sólo parcial. En efecto, por otro lado Villa quedó condenado a ser un guerrillero, sin probabilidad alguna de hacer un gobierno, con mayores limitaciones municionísticas y sin recursos económicos provenientes de las empresas norteamericanas.

 

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Javier Garciadiego: Doctor en Historia de México por El Colegio de México y doctor en Historia de América Latina por la Universidad de Chicago. Ha impartido cursos en la UNAM, el ITAM y El Colegio de México, y ha sido profesor visitante en diferentes universidades del extranjero. En 2010 recibió el premio del INEHRM a la trayectoria en investigación histórica sobre la Revolución Mexicana. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (nivel III), de la Academia Mexicana de la Historia desde 2008 y de la Academia Mexicana de la Lengua. Es autor de numerosos artículos y de varios libros; entre los más recientes destacan: Textos de la Revolución Mexicana (2010), Revolución y exilio en la historia de México. Del amor de un historiador a su patria adoptiva. Homenaje a Friedrich Katz (2010), Ensayos de historia sociopolítica de la Revolución Mexicana (2011) y 1913-1914: de Guadalupe a Teoloyucan (2013). Colaborador asiduo de esta revista desde sus inicios, ha sido director general del INEHRM y presidente de El Colegio de México. Actualmente es director de la Academia Mexicana de Historia.

 

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Villa: revolucionario y bandido