Beamon es dueño del récord olímpico en salto de longitud que hasta hoy prevalece.
Muchos eventos de atletismo en las Olimpiadas de México 1968 desafiaron la lógica. Entre ellos destacó el del estadunidense Robert Beamon, quien se encargó de dar una cátedra en la prueba del salto de longitud al establecer una marca que reinó durante veintidós años.
Cuando se mencionó que las condiciones atmosféricas de la capital mexicana influirían en los deportistas y ayudarían a ver grandes espectáculos en saltos y lanzamientos, se hablaba en serio. Pero la cara de perplejidad de jueces y público al ver volar a Bob aquella tarde del 18 de octubre no correspondió al simple factor de la altura a nivel del mar o a la velocidad del viento.
No. Bob, con su número 254 en el pecho, salió endemoniado desde el arranque y en una de las mayores hazañas de los Juegos Olímpicos logró una marca de 8.90 metros en su especialidad. Los jueces se miraron varias veces, corroboraron una y otra vez la distancia, comprobaron que el viento fuese el correcto –menos de tres metros por segundo para validar un récord– y finalmente lo aceptaron. El nacido en Nueva York en 1946 ¡había superado por 55 centímetros la marca mundial!
Bob no pudo contener su emoción. Saltó, gritó, lloró. Sus mejores números habían consistido en pasar del 8.30; de hecho, su ronda clasificatoria había estado lejos de posicionarlo como favorito. A aquella forma tan contundente de aplastar un récord se le llamó el “salto del siglo”, lo cual casi se cumplió, pues en 1991 su compatriota Mike Powell logró sobrepasar esta barrera cuando dejó la nueva marca mundial en 8.95 metros, aunque nadie ha podido superar el récord olímpico.
De tal forma que el sabor del metal dorado que Robert Beamon degustó en el estadio capitalino de Ciudad Universitaria aún hoy resulta incomparable.
Reviva la hazaña. Para ver el salto de Bob Beamon en México 68, dé clic en la siguiente liga: http://relatosehistorias.mx/galeria/bob-beamon-en-1968
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