El samurái Zapoteco

Toshiro Mifune es Ánimas Trujano en 1961
Rafael Aviña

En uno de esos extraños casos de la historia fílmica, Mifune se convirtió en uno de los mejores actores del cine nacional. Toshiro era japonés, no hablaba español, y aun así interpretó magistralmente a un terco, borracho y pendenciero indígena zapoteco en una excepcional cinta de Ismael Rodríguez.

 

Hacia 1993, en una larga entrevista en video concedida por Ismael Rodríguez al Instituto Mexicano de Cinematografía (IMCINE), hecha por Alfonso Morales e incluída en el proyecto Memorias de nuestro cine, el realizador de Los tres García (1946), Nosotros los pobres (1947) y Dos tipos de cuidado (1952), entre otras obras maestras, declaraba sobre aquella época: “Yo quería internacionalizar nuestro cine. En ese entonces, estaba buscando una historia costumbrista. Fui a ver a Juan Rulfo, quien acababa de vender los derechos de El llano en llamas. Entonces, me trajo una novela llamada La mayordomía, de Rogelio Barriga Rivas, y me pareció sensacional. Hablé con él e hice muchas modificaciones. La historia descansaba más en la mujer y me pareció más interesante la personalidad del hombre desconfiado: Ánimas Trujano. Se acababa de estrenar en México El hombre del carrito y dije: ése es mi Ánimas Trujano y, además, tiene cara de indio zapoteco.

“Fui a Japón a buscar a Toshiro Mifune. Me dijeron que lo tenían en exclusiva con una compañía. Le mandé un escrito y me respondió en español la señora Isa Araiza, que estaba allá. Ella me escribió: "Si vienes, tal vez te lo presten. A él lo ven como el Clark Gable [un actor clásico del cine estadunidense] del Japón". Él [Mifune] llevaba a Luisito Kasuga, hijo de japonés y mexicana, que era su secretario particular para la película. Sólo hablaba japonés. Cada actor decía su diálogo en su idioma y después se doblaría en español. El señor Kasuga me habló para decirme que Mifune quería escuchar el script para oír voces en español. Le dije a Narciso Busquets, quien me había doblado al “Indio” Fernández en La Cucaracha, que leyera los diálogos. Cuando fuimos a recibirlo al aeropuerto empezó a recitarme sus diálogos en castellano aprendidos de memoria, con un acento horrible y además llevaba puesto su kimono. Nos aguantábamos la risa Gabriel Figueroa, yo y todos, por la manera en que pronunciaba en español, pero nos daba perfecto el movimiento de diálogos. Mandé llamar a Busquets y él dijo: ‘Es mi voz, pero en japonés’. Ambos tenían un timbre muy parecido. Les maravilló cómo pronunciaba Mifune en español por el mismo timbre; allá lo dobló al japonés él mismo.

“Se decidió que pasaría subtitulada y entonces, todos pensaron que era el propio Mifune y no Busquets. Cuando fuimos al Festival de Venecia a concurso, el presidente de la Toho Films de Japón nos pidió que no comentáramos que se trataba de la voz de Busquets. Le dieron la Copa Volpi por la Mejor película extranjera. Después, al estrenarla en México, se me ocurrió decir que Lázaro Cárdenas había sido mi padrino cinematográfico y entonces dijeron que Ánimas Trujano era propaganda cardenista y la cinta se fue para abajo”.

 

 

 Esta publicación es un fragmento del artículo “El samurái zapoteco” del autor Rafael Aviña y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 69.

 

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