Lucha libre y revolución

Arsacio Kid Vanegas y su apoyo a Fidel Castro

Gerardo Díaz Flores

La plancha en la lucha libre es ese vuelo extraordinario en el que el luchador debe aprender a dominar sus emociones para arrojarse desde la tercera cuerda con una ejecución que brinde el menor daño hacia su persona y el mayor al contrincante. En el ámbito editorial también existe la plancha, pero de impresión, que es la base sobre la que se coloca la tinta para plasmarla en el papel. En uno de esos interesantes azares del destino, en México una familia unió estos dos tipos de plancha a favor de la Revolución cubana.

La primera parte de la historia tiene que ver con Antonio Vanegas Arroyo, el gran editor que, de 1880 hasta su muerte en 1917, consolidó una de las imprentas más importantes de México. De carácter popular, fue una de las principales vitrinas del grabador José Guadalupe Posada. Con la muerte de don Antonio, las planchas fueron heredadas a su hijo Blas y posteriormente a su nieto Arsacio, quien, además de administrar la imprenta familiar, fue conocido como Kid Vanegas al dedicarse también a la lucha libre.

La otra parte de esta historia sucede en Cuba y se vincula con el fallido asalto al cuartel Moncada del 26 de julio de 1953, cuando un grupo de jóvenes fueron capturados por el régimen de Fulgencio Batista. Luego de varios meses en prisión, fueron liberados y varios de ellos se trasladaron a México con la intención de armar un plan revolucionario que se efectuaría una vez que lograran obtener recursos. Su estancia la organizó la comunidad cubana asentada en nuestro país.

Casualmente, un compañero de Arsacio dentro de la lucha libre, Dick Medrano, fue pareja de una isleña dispuesta a dar asilo a los cubanos. Con el paso de los días, Kid Vanegas conoció a los revolucionarios. Al ir al taller de Arsacio en la calle Penitenciaría 27, en la colonia Morelos, lo que más llamó la atención de un joven cubano llamado Fidel Castro fueron las imprentas. Antiguas, históricas, funcionales aún a mediados del siglo XX. En ellas se imprimió el primero y el segundo manifiesto al pueblo cubano, e incluso Castro concibió la idea de imprimir algunos de los llamados bonos del Movimiento 26 de Julio para venderlos en Estados Unidos y recabar fondos.

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