“La gitana” de los billetes del Banco de México en 1925

Omar Velasco Herrera

En los primeros billetes del Banco de México no estuvieron los héroes de la patria, pero sí alegorías a la reconstrucción nacional y el progreso tras la lucha armada revolucionaria.

 

El Banco de México fue inaugurado el 1 de septiembre de 1925 y su principal tarea fue la de emitir papel moneda. En concordancia con el artículo 28 constitucional, se le otorgó el monopolio de la emisión de billetes, los cuales serían convertibles en oro y además de libre aceptación. La institución tendría como principal accionista al gobierno con 51% de las acciones, mientras que el resto serían suscritas por particulares, esencialmente banqueros nacionales, elemento que estaba encaminado a darles cabida dentro del proyecto de reconstrucción financiera tras el encono revolucionario que tuvo su clímax con la incautación bancaria de 1916.

La presencia de los banqueros también buscó la consecución de un componente fundamental para la emisión de los nuevos billetes: la fiducia. En efecto, la confianza en las emisiones puramente gubernamentales se había diluido bajo el régimen de Venustiano Carranza, por lo que la participación de accionistas privados, junto con el capital suscrito por el gobierno, estaban orientados a que el billete fuese aceptado como medio de cambio.

Un diseño con mensaje de unidad nacional

Pero no bastaba con esto para recuperar el terreno perdido. El diseño de los primeros billetes del Banco de México posee generalidades y particularidades que dan cuenta de dos cosas: la intención del gobierno de Plutarco Elías Calles (1924-1928) de recuperar la confianza para la emisión de papel moneda y transmitir el mensaje de la reconstrucción mediante recursos alegóricos. En ese sentido, estos primeros billetes poseen características visuales que los hacen comunes a muchos otros de la época, no solo porque fueron impresos en la American Bank Note Company de Nueva York, empresa responsable de la impresión de muchos de los que circulaban en el mundo y que poseía la tecnología más avanzada en la fabricación para evitar la falsificación, sino también porque en el grabado y diseño estaba plasmada la idea de solidez, cuestión importante para un billete.

En ese sentido, fueron billetes con diseños abigarrados, con tramados cuidadosamente definidos para hacerlos irrepetibles, pero al mismo tiempo debían dar la certeza de que otro billete de la misma denominación tenía exactamente las mismas líneas. Además, era característico que los entramados formaran un marco alrededor del billete y de la imagen principal, lo que ofrecía un aspecto armónico y unitario. Las grecas, marcos y abigarramientos alrededor de los números que indicaban la denominación eran la expresión en papel del estilo arquitectónico decimonónico utilizado en los edificios bancarios de las grandes capitales financieras del mundo. Aquellos monumentales edificios bancarios, recios, respetables, inspirados en las termas romanas o las catedrales góticas, símbolos a su vez de momentos cumbre de la cultura occidental, debían dar la sensación de que un banco era un lugar seguro, sólido y estable.

Los primeros billetes del Banco de México fueron herederos de esta tradición numismática y de esos cánones artísticos impuestos por la alta finanza de finales del siglo XIX. Dentro de dicha tradición está inmersa también la idea de transmitir mensajes mediante imágenes alegóricas. Las alegorías, sostienen autores como Agnus Fletcher, ponen en confrontación ideales; de allí que sean instrumentos propagandísticos y didácticos, pues están al servicio de necesidades sociales y espirituales.

En efecto, las alegorías de los primeros billetes del Banco de México fueron instrumentos propagandísticos que impulsaron la idea de la reconstrucción económica y del progreso. En ellos se invocan figuras que dan cuenta de las necesidades del país ante la convalecencia nacional a la que había hecho referencia Álvaro Obregón en un discurso, poco antes de las elecciones presidenciales de las que salió triunfador en 1920. En estas alegorías se invoca a la industria, la electricidad, las leyes, el transporte y el comercio marítimo.

En ese sentido, debe destacarse algo importante: las ausencias. Una que es característica de esta primera emisión de billetes tiene que ver con el hecho de que no aparecieron rostros de héroes nacionales. Esto habla de un régimen en construcción que en 1925 había comenzado con la edificación de una idea de nación, pero que no reivindica a ningún personaje pues, como sostiene Carlos Monsiváis, el Estado que surgió de la lucha armada necesitaba de un espacio de indefinición convincente.

La “misteriosa” mujer

Curiosamente, el único rostro que  aparece en esta primera emisión es el de una “misteriosa” mujer en el billete de cinco pesos que es conocida en el mundo numismático como “la gitana”. Se puede decir que este billete es la excepción al lenguaje alegórico que priva en los otros billetes: se trata de un rostro femenino con una expresión cándida pero atrevida, portadora de una gran belleza, de ojos grandes, con arracadas de gran tamaño y vistosa bisutería hecha con monedas que le cuelgan por la cabeza y el cuello. Al darse a conocer el 1 de septiembre de 1925, no se aclaró su identidad ni por qué en un billete tan significativo, en la medida en que fue el primero que se puso en circulación, el de más baja denominación y el que andaría más de mano en mano, se había decidido poner esa imagen.

En el periódico El Demócrata del 11 de septiembre de 1925 podía leerse una nota en donde la Cámara Americana de Comercio declaraba: “el retrato de la mujer incógnita reproducida en grabado en los billetes del Banco puede muy bien recibir el nombre de la Diosa Mexicana de la Fortuna”; quedaba claro que no se tenía idea de a quién pertenecía dicho rostro.

Varios años después, el 1 de septiembre de 1976, la American Bank Note Company envió un oficio a la encargada de la sala numismática del Banco de México, Guadalupe Monroy. En este documento la empresa indica que el rostro del billete de cinco pesos es un grabado realizado por el artista Robert Savage, perteneciente a una colección titulada “Cabeza ideal de muchacha argelina”, el cual fue elaborado el 27 de septiembre de 1910. Allí mismo hay un dato importante: la persona que eligió todas las viñetas para los billetes del banco fue el subsecretario de Hacienda Manuel Padrés y lo había hecho desde 1921, en el gobierno de Álvaro Obregón, lo que además da cuenta de los esfuerzos por abrir el banco único de emisión desde aquel entonces.

 

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De “la gitana” a la búsqueda de legitimidad