El último jefe de la nación comanche

Los años de Quanah Parker

Ricardo Cruz García

 

Muchos años después, tras ser derrotado en Adobe Walls, Quanah Parker recordaría aquel día en que los rangers texanos atacaron su campamento comanche. Los tipis cubiertos de piel de búfalo aún humeaban y el joven con apenas tres lustros a cuestas avanzaba entre los cadáveres de varios miembros de su tribu y los heridos que yacían en medio de la pradera, al tiempo que vislumbraba la cruda dimensión del asalto que marcaría su vida: el jefe Peta Nocona, su padre, estaba muerto y los hombres blancos se habían llevado a su madre Naduah y a su hermana Topsana, a quienes nunca más volvería a ver a los ojos.

 

La madre

 

Blanca y de ojos claros como el cielo, Cynthia Ann Parker debió nacer en 1824 o 1825. Sus primeros años los pasó en lo que hoy es Illinois, Estados Unidos. Aún no contaba la década de vida cuando su familia se mudó para establecerse en la zona central de la provincia de Texas (perteneciente al estado de Coahuila y Texas), poco antes de que este territorio declarara su separación de México. Así fue que la pequeña vivió por un tiempo en territorio nacional y aquí su padre Silas estableció el fuerte Parker, a las orillas del río Navasota, en lo que actualmente es el condado Limestone.

 

La insurrección texana inició en la segunda mitad de 1835 y la guerra contra México duró hasta el año siguiente, luego de que el presidente y jefe del ejército, Antonio López de Santa Anna, derrotado en abril de 1836 en la batalla de San Jacinto, fuera obligado a firmar un tratado en el que se comprometía a cesar las hostilidades hacia el pueblo de Texas, con lo que se reconocía de facto la independencia de este territorio.

 

Aún no se secaba del todo la sangre derramada ni se disipaba el olor a pólvora de la guerra, cuando el 19 de mayo de 1836 la niña Cynthia fue arrebatada de su familia junto con su hermano menor John, después de que una partida de aguerridos comanches atacara el fuerte Parker, matara al padre de los niños y a otros pobladores, además de llevarse a algunos cautivos más.

 

Así nació Naduah: “la que fue encontrada”, aunque otras versiones señalan que se escribe “Nautdah” y que significa “la que ha sido aceptada” o “acogida”, o “la que se mantiene abrigada con nosotros”. Lo que sí es que fue la niña blanca que creció con comanches y se convirtió en uno de ellos.

 

Ya convertida en mujer, rondando los veinte años, Naduah fue vista alrededor de abril de 1846 en un campamento comanche a orillas del río Canadian, en el norte de Texas. Allí la encontró un coronel que operaba en la zona, Leonard G. Williams, quien trató de rescatarla, pero no tuvo éxito.

 

Su tribu se movía como el viento, regularmente cerca de donde corría el agua, así que tiempo después fue hallada más al norte, por el río Washita (Oklahoma). Esta vez la vieron unos oficiales federales, pero de nuevo fracasaron en su tentativa de liberarla de los comanches. No era para menos: Naduah hizo propia la cultura de estos nativos norteamericanos, se había convertido en una mujer reconocida dentro de su comunidad y ahora era esposa del jefe Peta Nocona, un hombre de gran tamaño con quien tendría tres hijos: Quanah, Pecos y Topsana.

 

De John Parker se ha dicho que en Texas se ofreció una recompensa por su rescate. De igual forma, que al poco tiempo murió de viruela; aunque otra versión señala que, como los de su tribu se movían también en un territorio disputado por México, un día habrían hecho una incursión en la zona y allí se encontró a una mujer conocida como doña Juanita, quien lo ayudó a curarse de una enfermedad –en algunas fuentes se señala que era viruela– luego de que los indígenas lo abandonaran. A la postre se enamoraría de ella y después de participar en la Guerra Civil estadounidense (1861-1865), regresó a México y aquí moriría en 1915.

 

Cuando habían pasado más de dos décadas del rapto de Naduah y ella había olvidado gran parte de su vida pasada, las praderas que cruzaba bajo el sol ardiente ya eran parte de Estados Unidos y las campañas militares contra los indios nativos se recrudecieron. Así que no tardó en llegar la tragedia: el 18 o 19 de diciembre de 1860 decenas de rangers texanos, bajo las órdenes del oficial Lawrence S. Ross, atacaron el campamento de cazadores comanches de Peta Nocona, entonces asentado en el arroyo Mule, cerca de los límites con Oklahoma.

 

El jefe y otros miembros de la tribu cayeron combatiendo contra los soldados, mientras que muchas de sus mujeres no tuvieron otra opción que resguardarse en sus tipis o quedaron indefensas ante los rangers, quienes tras la acometida dejaron varios muertos y heridos y se llevaron consigo a unos cuantos comanches, entre ellos a la esposa de Peta Nocona con su bebé.

 

La tez un tanto aperlada y los ojos azules de Naduah saltaron rápidamente a la vista de los texanos. Aunque su rostro se miraba quemado por el aire seco y el fulgor solar, pronto se dieron cuenta de que podía ser aquella niña raptada en 1836 y contactaron a la familia Parker para anunciarles la buena noticia: Cynthia regresaría a casa.

 

Su tío el coronel Isaac Parker la identificó sin dejar lugar a dudas. Cynthia había sido liberada, pero Naduah se sentía secuestrada porque aquellos rangers le habían quitado a su familia y se pasaba pensando sobre qué podrían haberles hecho a sus demás hijos, a quienes nunca vería de nuevo.

 

Al final, accedió a ir con sus parientes blancos hacia Birdville, con la promesa de que volvería a ver sus seres queridos. Durante el camino, en Fort Worth, cerca de Dallas, fue fotografiada amamantando a Topsana, aquella Flor de la Pradera que aún era un retoño, y con su pelo corto, señal de luto entre los comanches. No lo imaginó en ese momento, pero esta instantánea pasaría a la historia y sería un símbolo de los centenares de casos de mujeres y niños cautivos de los nativos norteamericanos, así como de la áspera y conflictiva convivencia y el forzado mestizaje entre personas blancas e indígenas de la región.

 

Naduah pronto se inclinó hacia el abismo insondable de la soledad y al poco tiempo también murió su Flor de la Pradera. Al final, la cultura comanche ganó la lucha identitaria en la mujer, pues nunca quiso adaptarse de nuevo al mundo de los blancos, aunque las autoridades le habían otorgado una pequeña subvención anual y un pedazo de tierra.

 

En 1870, a sus 45 años, aún apareció registrada en el censo local, pero después de eso no se supo nada más de ella y seguramente murió por esa época. En 1910 Quanah Parker trasladaría sus restos del cementerio de Fosterville, en el condado texano de Anderson, al de Post Oak Mission, cercano a Cache, Oklahoma, donde él vivía.

 

 

Si quieres saber más sobre Quanah Parker, busca el artículo completo “El último jefe de la nación comanche” en Relatos e Historias en México número 117. Cómprala aquí.