El espectáculo de “la mujer más fea del mundo”

Marco Villa

 

“Era una extraordinariamente fina mujer, pero tenía una gruesa barba y frente velluda […] tenía en ambas quijadas, superior e inferior, una irregular doble hilera de dientes. Una hilera colocada dentro de la otra […] su boca se proyectaba y tenía la apariencia de un gorila”. Para algunos, materia de ciencia, pero para los más de espeluznante atractivo circense, Julia Pastrana impactaría al naturalista Charles Darwin, quien así se refería de ella en el segundo volumen de su Variación de los animales y las plantas bajo domesticación, publicado en 1868. El científico inglés supo de la también llamada “híbrido maravilloso” o “mujer oso” cuando era mostrada –hasta en vitrinas– en los espectáculos de rarezas que invadieron México, Norteamérica y el Viejo Continente en el siglo XIX.

 

Oriunda de Santiago de Ocoroni, municipio de Leyva, Sinaloa, la “mujer mona” había nacido en 1834 con el trastorno genético de la hipertricosis congénita con agrandamiento gingival, el cual le hacía ver extremadamente peluda y con una mandíbula muy pronunciada.

 

Más de un análisis impreso circuló por Europa en el que trataron a la veinteañera como un ser monstruoso y raro, detallando además algunos de sus rasgos fisiológicos y psicológicos más sobresalientes, como sus dientes y su silueta femenina, o el de su comportamiento y adaptabilidad para relacionarse. Decían también las crónicas y estudios donde fue protagonista que era baja de estatura, robusta, políglota y hábil para tocar la guitarra, además de que la distinguía una fabulosa voz de mezzosoprano. También “bailaba con facilidad, ligereza y gracia”, y usaba elaborados peinados.

 

Por todo ello, Julia fue objeto de temerarios comentarios entre quienes asistían a contemplarla, así como de alarde y cuantiosas ganancias para más de un empresario que se asumía como su dueño, siendo el más beneficiado el estadounidense Theodore Lent (también Lewis B. Lent), con quien incluso contrajo nupcias probablemente antes de llegar a Europa. Sin embargo, el resultado de esa unión fue la explotación sin tregua de la sinaloense. Según lo dicho por Lent, Julia había sido abandonada en una región desértica remota de Centroamérica y trabajaba para el gobernador “de una provincia de México” cuando la descubrió hacia 1854.

 

Julia “era sincera e inteligente y poseía una disposición amable. Era muy consciente de la barrera que su aspecto grotesco colocaba entre ella y la gente. Parece que el gerente de su esposo no la alentó a mezclarse en la sociedad y revelar que ella era una loca solo en su apariencia externa. Temía que si ella no se mantenía alejada del público, su poder para atraer audiencias pagadoras podría disminuir”. Una publicación de 1895 sobre el circo y la gente del espectáculo freak, añade además que Julia trabó amistad “con una condesa Ostern como testimonio de la disposición amable de Julia y su capacidad para conversar de manera interesante, principalmente sobre cosas que había leído porque su experiencia de primera mano estaba limitada por su condición”.

 

Sin embargo, nada es para siempre y Julia falleció apenas unos días después de dar a luz a su primogénito, muerto a las horas de nacido y que por cierto presentaba su misma condición. Dicho sea de paso, Lent los embalsamó y exhibió ya muertos por algunos años más.

 

 

El artículo breve "El glorioso espectáculo de 'la mujer más fea del mundo'" del autor Marco Villa se publicó en Relatos e Historias en México número 127Cómprala aquí