Juan Sánchez Azcona, el más leal a Madero

Protagonista olvidado de la Revolución

Ricardo Cruz García

 

Juan Sánchez Azcona, nacido en 1876, descendía de una familia vinculada a la élite intelectual, literaria y política de México.

 

 

Con Madero

 

Bajo el cielo parisino y rodeados por el río Sena, un día de finales del siglo XIX se encontraron Francisco I. Madero y Juan Sánchez Azcona. En tierras francesas inició una fraternal amistad marcada por la política, la revolución y la tragedia.

 

Ignacio Manuel Altamirano, entonces cónsul de México en París, había conseguido que Azcona se alojara con la familia Madero en una casa de la Rue Pigalle, cerca del Moulin Rouge. Allí conoció al Tachuela, un hombre menudo y sonriente al que apenas despuntaba el bigote y siempre portaba un gran sombrero de seda de copa alta –de allí su apodo–: su nombre real era Francisco Ignacio, el futuro líder de la revolución de 1910.

 

Entre 1887 y 1892, Madero estudió en la Escuela de Altos Estudios Comerciales de la Ciudad Luz. Él y Juan frecuentaban al maestro Altamirano para conversar sobre los más variados temas, aunque en aquellos años a Francisco “no le interesaban las cuestiones políticas para nada” y más bien hablaba de los proyectos financieros e industriales que llevaría a cabo al regresar a Coahuila, así como de “problemas del ‘más allá’ que mucho le preocupaban”.

 

Sobre esa estancia, Francisco escribió en sus memorias en enero de 1909: con Azcona “trabé íntima amistad que aún perdura y que quizá aumente si nos encontramos otra vez en el mismo medio, pues siempre he sentido gran simpatía por él. Desde que nos separamos en Europa, él se ha dedicado al periodismo y a la política; ha sido diputado al Congreso de la Unión varias veces, y ahora es de los organizadores del Partido Democrático y del periódico México Nuevo. Si lucha con virilidad en la gran campaña electoral que se inicia, no será remoto que llegue a desempeñar papel importante en la próxima administración, pues es inteligente, íntegro y de grandes ideales”.

 

El año de 1908 es vital para quien sería denominado el “paladín del maderismo”, pues constituye, junto con otros intelectuales y políticos, el Partido Democrático, en franca oposición al régimen porfirista. Meses más tarde, Madero toca a la puerta de su casa en la capital del país para obsequiarle un ejemplar de La sucesión presidencial en 1910.

 

Es 1909 y el movimiento antirreeleccionista comienza su auge. El primer día de ese año aparece, dirigido por Sánchez Azcona, el diario México Nuevo que, junto con El Antirreeleccionista, El Partido Democrático y El Constitucional, hizo que el periodismo de oposición tomara fuerza para sacudir a la sosegada prensa porfiriana y que el debate político estuviera de vuelta.

 

Azcona también participó como miembro de la mesa directiva de la Convención Antirreeleccionista, celebrada en abril de 1910 en la capital del país y en la cual Madero y Francisco Vázquez Gómez fueron designados candidatos a la presidencia y vicepresidencia. A partir de este momento, Azcona afianzó su postura como partidario incondicional del coahuilense.

 

En la Revolución

 

Meses antes de iniciarse el movimiento armado en noviembre de 1910, Sánchez Azcona ya estaba en San Antonio, Texas, con el fin de conseguir recursos y adeptos para la causa. En ese tiempo, Madero le proporcionó dinero para sus gastos.  Luego de que Díaz fuera declarado nuevamente presidente de México, el coahuilense huyó de San Luis Potosí y se dirigió también a Estados Unidos, donde se encontró con Azcona, quien tomó el cargo de secretario del ahora jefe de la revolución y colaboró en la redacción del Plan de San Luis.

 

Para enero de 1911 formaba parte de la Agencia Confidencial Revolucionaria en Estados Unidos, coordinada por Gustavo Madero. Semanas después, acompañó a Francisco en su entrada a territorio nacional. En abril siguiente, como parte de la cúpula revolucionaria, se encontraban a las orillas de Ciudad Juárez, Chihuahua, a punto de dar la estocada final al régimen porfirista. Allí se tomarían la histórica fotografía en la Casa de Adobe.

 

Tras el triunfo de la revolución, Azcona ya fungía como uno de los principales consejeros del líder político. A fines de julio de 1911 funda Nueva Era, el principal periódico maderista, con Urueta como subdirector. Desde sus páginas, se dedicó a atacar al reyismo que seguía en pie y al gobierno interino de Francisco León de la Barra. En esos días, luego de la división en el Partido Antirreeleccionista, es designado presidente del nuevo Partido Constitucional Progresista que llevará a Madero y Pino Suárez al gobierno en noviembre. De esta forma, Azcona adquiría el control tanto de la prensa como del partido del grupo en el poder.

 

En el gobierno

 

Con la toma de posesión de Madero el 6 de noviembre de 1911, Azcona dejó la dirección de Nueva Era para irse como secretario particular del mandatario, no sin antes destacar desde sus páginas el valor de la prensa para la formación de conciencia entre la opinión pública: “La Revolución ha terminado con el triunfo del pueblo. Fue el periodismo el iniciador y preparador de la magna empresa, y nosotros, como periodistas revolucionarios, hicimos cuanto de nuestra parte estuvo a favor del despertamiento popular, que nos ha traído la restauración de la Democracia”.

 

Encargarse de la secretaría particular del presidente de México revelaba la entrañable amistad que tenía con el coahuilense, la relación especialmente cercana y personal, tanto en lo afectivo como en lo político e ideológico, pues era un cargo de carácter íntimo, confidencial y de confianza que permitió al periodista asomarse hasta al “fondo del alma” del mandatario. Ejerció su labor con tal eficacia que Madero llegó a afirmar: “Cuando Sánchez Azcona hable desde la Presidencia, no es él quien habla, sino yo”.

 

A pesar de su cargo, Azcona se postuló como diputado por el Distrito Federal para las elecciones de 1912; ganó el escaño, pero solo ejerció temporalmente porque pidió licencia para reanudar su labor al lado del presidente, con quien trabajó hasta aquel 18 de febrero de 1913, cuando Madero y Pino Suárez fueron aprehendidos por el general Aureliano Blanquet, el mismo a quien el presidente había encargado el resguardo de Palacio Nacional (“Ahora sí estamos seguros”, habría dicho), a pesar de las advertencias sobre su futura traición al gobierno. Así evocó Sánchez Azcona esos días:

 

“La mañana del fatídico domingo que inició la Decena Trágica [9 de febrero], Urueta y yo contemplábamos, desde un balcón de Palacio, el pavoroso aspecto de la Plaza de la Constitución, que acababa de ser barrida por la metralla. Aun no se levantaba el campo y cordones de tropa rodeaban la gran plaza, aquí y acullá montones de cadáveres habían sido apiñados, mientras venían a llevárselos las ambulancias. Cadáveres de papeleros, de mujeres, de hombres del pueblo, uno que otro de soldados. […] Tras de nosotros, en el Salón Verde, el presidente Madero conferenciaba con generales y oficiales. Tristemente, tras largo silencio, Urueta me dijo:

 

—Oye, don Juanito, ¿verdad que todo esto lo habíamos leído, pero no creíamos presenciarlo nunca?”

 

Sánchez Azcona y Urueta tampoco veían con buenos ojos al general Victoriano Huerta, quien les comentó en esos días: “Yo bien sé que algunos desconfían de mí y me andan predisponiendo con el señor Presidente; pero aseguro a ustedes que el que quiera tocarle un cabello a nuestro chaparrito, tendrá que pasar primero sobre el cadáver de Huerta”.

 

Poco después se confirmarían sus presagios con la caída del gobierno y la ascensión al poder del huertismo. Por ello, quien fuera considerado el “amigo más íntimo” de Madero (en sus cartas a Azcona, frecuentemente terminaba con un “quedo como siempre tu amigo que mucho te quiere”), tuvo que huir y esconderse en Puebla. Así acababa su etapa en el periodo maderista, del que expresó: “¡gobierno azaroso y preñado de penas y de peligros […]! ¡Pero modelo de honestidad y de buena intención! […] Haber formado parte de él constituye un inmarcesible blasón de noble orgullo”.

 

También terminaba un importante ciclo para Sánchez Azcona, en el que México Nuevo y Nueva Era reflejaron su evolución política y la del movimiento maderista, además de que dichas publicaciones fueron la corona de una trayectoria de gran prestigio en la historia de la prensa nacional.

 

 

Si quieres saber más sobre la vida de Sánchez Azcona antes y después de conocer al presidente Madero, busca el artículo completo “El más leal a Madero” del autor Ricardo Cruz García que se publicó en Relatos e Historias en México, número 120. Cómprala aquí.