¡Vamos al cine! Les recomendamos “El baisano Jalil”

Joaquín Pardavé, 1942

Marco Villa. Historiador

Con Pardavé como protagonista y director, esta comedia devela algunas prácticas que se volvieron costumbre y determinaron el estereotipo del libanés avecindado en México: el amor incondicional a la tierra ajena, gran pericia para el comercio y un significativo éxito económico.

 

A menudo sonriente, vestido con sobria etiqueta, coronado con un exagerado rizo relamido mordiéndole la frente, con su prominente barriga abriéndole el paso adonde sea que vaya y siempre dominado por expresivas manías, don Jalil Farad, de origen libanés pero majacano por convicción, se consagra a su gran almacén de telas y su lucrativo oficio de prestamista, así como a la amistad y la familia en aquel México que hacia los cuarenta del siglo XX se había confirmado ya como una nación de puertas abiertas para algunos extranjeros que por diferentes razones habían abandonado sus lugares de origen para acoplarse y fusionarse con una nueva cultura que con el tiempo se enriqueció.

Pero para don Jalil y su esposa Suad, interpretados por el guanajuatense Joaquín Pardavé y la veracruzana Sara García, la nostalgia por la tierra dejada es justamente el motor que les da bríos para llevar su vida en la mayor metrópoli mexicana de la manera más digna que conocen: el trabajo arduo. También lo es para ser agradecidos y retribuir a la sociedad que les dio cobijo: “¡Quiero a México como a mi propia patria!”, exclama el gran comerciante. Además, este país les ha dado algunas amistades fraternas, como la que guardan con don Guillermo Veradada y su distinguida pero arruinada familia, con quienes pasarán una serie de enredos divertidos dados los encuentros y desencuentros amorosos de sus orgullosos hijos, Selim y Martita.

Con El baisano Jalil, el primer melodrama de humor que dirigió, Joaquín Privado Pardavé Arce daba un nuevo aire al tema de inmigrantes en el cine mexicano y no quedó a deber, pues explotó con naturalidad y sutileza algunos de los registros más reconocibles de la convivencia entre la comunidad libanesa residente en el país y la sociedad defeña, entre los que destacaron las habituales burlas de que eran objeto estos mediterráneos entre las altas esferas sociales por su manera de hablar, así como el rechazo que padecían por haber acumulado fortuna, producto de su éxito industrial y comercial, sin haber nacido en cuna de oro. Por otra parte, el director destacó su religiosidad, así como su gentileza, honradez y confianza hacia el prójimo.

 

 

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El baisano Jalil