La Perla de Coahuila

Memoria del colegio jesuita de San Juan, en Saltillo
José Roberto Mendirichaga

La academia jesuita

Bajo la llamada Ratio studiorum (plan de estudios) jesuita, la orden estableció los lineamientos en México y el mundo de su educación en todos los niveles. Conviene señalar que en nuestro país conformaron una red educativa constituida por el Colegio de Saltillo, el de Puebla, el Colegio-Seminario de San Luis Potosí, el Colegio de Mascarones en la ciudad de México y el Colegio de Guadalajara.

Los exámenes eran públicos y se realizaban al concluir cada ciclo escolar. Antes había pruebas escritas y luego se integraba el jurado de profesores que examinarían en cada nivel y materia. Una vez concluidos los exámenes, se citaba a la distribución de premios, los cuales se entregaban en una ceremonia de gran solemnidad a la que acudían profesores, alumnos, padres de familia e invitados.

Sin embargo, los estudios en el Colegio de San Juan nunca estuvieron oficialmente acreditados. Sus egresados los tenían que presentar de nuevo en el Ateneo Fuente de Saltillo. Aunque, de acuerdo con la historiadora Mílada Bazant, “al analizar ambos planes de estudio […], la diferencia fundamental es el orden en que se enseñaban las materias”.

 

La formación

El alumno interno de San Juan asistía obligatoriamente a misa, rosario y vísperas marianas el domingo. Las clases eran de lunes a sábado, dos horas y media por la mañana y lo mismo por la tarde. Descansaban los miércoles y sábados por la tarde. Tres horas eran para estudio personal, aun en domingos y días festivos. ¿Y los pasatiempos? Practicar beisbol, nadar, andar en zancos, simular corridas de toros, presentar obras de teatro o leer en la biblioteca, la cual llegó a tener al momento del cierre de la institución unos diez mil volúmenes.

En 1885 arribó como rector el padre de origen belga Armando Brissack, quien enfocó su tarea al cumplimiento de una mayor disciplina y al fortalecimiento de las academias. Como cuarto rector de la institución estuvo el padre Pedro Spina, italiano, al que la sede educativa debió una enorme laboriosidad. En un reporte de éste al presidente municipal de Saltillo, don Dionisio García Fuentes, informaba que a finales de 1887 había 61 alumnos internos, diez semi-internos y cien externos.

 

La etapa de consolidación

Los años de 1890 a 1902 pueden considerarse de consolidación. Abarcan los rectorados del padre italiano Enrique Cappelletti, de 1891 a 1895, y del español Julián Martínez, quien continuaría como cabeza del Colegio de San Juan hasta 1907. Cappelletti, al igual que Spina, era un sacerdote científico. Ambos formaron parte de la Sociedad Antonio Alzate y montaron el observatorio del Colegio de Saltillo, el cual puede ser considerado el primero en el norte de México.

El rectorado del padre Julián Martínez fue vital, ya que durante su mandato (1892 1907) se realizaron las obras del nuevo edificio, a la postre una monumental construcción que hoy aloja al Museo de las Aves de México.

Algunos formadores de esta segunda etapa fueron los sacerdotes Natal Bulnes, Miguel González, Pablo Louvet, Gerardo Decorme y Gustavo Caballero. Y en cuanto a los alumnos, se puede mencionar a Jesús Acuña, secretario de Venustiano Carranza; José García Rodríguez, abogado y escritor; Melchor Lobo Arizpe, autor de un libro de estampas saltillenses; y Salvador Madero, ingeniero egresado del Massachusetts Institute of Technology.

 

Maestros y alumnos

Es interesante hacer notar cómo quienes por ese tiempo fueron jesuitas escolares o “maestrillos” en San Juan, se convirtieron con los años en distinguidos pastores espirituales, profesores o artistas. Tal es el caso de Luis Benítez, luego obispo de Tulancingo; Bernardo Bergoënd, fundador de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana; Gonzalo Carrasco, reconocido pintor; y Mariano Cuevas, historiador y doctor honoris causa por la Universidad Católica de Lovaina, en Bélgica.

Entre los alumnos destacaron José García de Letona, abogado y escritor; Juan José Hinojosa, sacerdote y poeta; Carlos Pereyra, historiador; Francisco Recio, sacerdote diocesano; Vito y Miguel Alessio Robles, ingenieros y escritores; Artemio de Valle-Arizpe, abogado y escritor; Zeferino Domínguez, arquitecto; Emilio Arizpe Santos, ingeniero y empresario; Enrique Sada Muguerza, fundador de la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio; y Francisco I. Madero, presidente de México de 1911 a 1913, entre otros.

 

Esta publicación es sólo un resumen del artículo “La Perla de Coahuila”, del autor José Roberto Mendirichaga, que se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 97.