Estas son las mañanitas

Orígenes de una gran canción popular

Ricardo Lugo Viñas

Al analizar el origen de Las mañanitas, una de las piezas más populares cantadas en el seno de muchísimos hogares mexicanos —y en los de otros países del continente americano—, puede decirse que no es una canción propiamente, sino un estilo o género musical un tanto ambiguo, parecido a los madrigales o albadas y salutaciones. Por ello, como sucede también con La petenera, La malagueña o el Cielito lindo, podemos encontrar tantas versiones o canciones que llevan el mismo nombre y que estructuralmente se parecen mucho. Y contrario  a lo que suele pensarse, Las mañanitas no son propiamente de origen mexicano, pues no es posible negar su proveniencia transcontinental: algunos dicen que de origen sefardí y otros que de tradición romana.

De este modo, la canción que popularmente acostumbramos entonar con ánimo celebratorio y cariñoso a los que cumplen años o celebran su onomástico, es una verdadera reliquia musical, poseedora de un rico y complejo trayecto histórico, caracterizada también por su anonimato, pues se desconoce bien a bien quién fue su autor.

Alguna versión de la canción fue seguramente traída a estas tierras, desde España, entre los siglos XVI y XVII por los frailes evangelizadores, quienes utilizaron la música como un poderoso instrumento para la propagación de la doctrina cristiana.

Junto con la espada y la cruz, los españoles trajeron sus melodías cargadas de la vitalidad del Siglo de Oro: romances, villancicos, música militar y bailable. Asimismo, los frailes no se limitaron a los cantos gregorianos para su labor evangelizadora, sino que aprovecharon toda la música que conocían para ejercer su misión.

Las canciones y los géneros que trajeron los frailes tienen su origen en el arte musical gregoriano y en el llamado canto llano de la escuela mozárabe. También llegó a América la música vocal profana, proveniente principalmente de la escuela flamenca.

El religioso flamenco fray Pedro de Gante, uno de los primeros franciscanos que llegaron a la Nueva España, fue el responsable de fundar, en 1523, una escuela donde se enseñaba canto y música a los indígenas, e incluso más tarde se les adiestraría en la elaboración de instrumentos musicales. Todo ello con el fin de garantizar los servicios eclesiásticos y como herramienta pedagógica para atraerlos a la nueva doctrina e impulsar la acción “civilizadora”.

En un principio la escuela se localizó en Texcoco, pero en 1527 se trasladaría a la capilla de San José de los Naturales, perteneciente al templo de San Francisco, en la capital novohispana.

Entre los géneros musicales que los religiosos trajeron y enseñaron, sobresalen las canciones litúrgicas, oraciones, salmodias y responsorios; alabanzas a Cristo y a la Virgen; misterios del rosario; jaculatorias y letanías; villancicos, coplas y aguinaldos de Navidad; posadas y madrigales. Asimismo, trajeron albadas y salutaciones, de los cuales se deriva el género de las mañanitas.

 

Esta publicación es un fragmento del artículo “Estas son las mañanitas” del autor Ricardo Lugo Viñas y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 91