Xavier Mina se reúne con Simón Bolívar en Haití

Gustavo Pérez Rodríguez

Hace doscientos años ambos jefes insurgentes visualizaron el futuro de buena parte de América, a sabiendas de que el derrumbe del despotismo monárquico español sería posible si caía el bastión más fuerte de la Corona: la Nueva España.

 

Tras una larga y áspera travesía, Xavier Mina (1789-1817) logró desembarcar en Norfolk, Virginia (Estados Unidos) el 1 de julio de 1816. Cumplía veintisiete años aquel caluroso día. Su siguiente paso era conformar y sostener una expedición para liberar a la Nueva España del yugo de la península ibérica y apoyar así a la proyectada República Mexicana. No obstante, la difícil situación que vivió en el país del norte lo llevaría a navegar con dirección al Caribe para reunirse en el Santo Domingo francés (Haití) con el caraqueño Simón Bolívar (1783-1830), a quien trataría de convencer para que se sumara a la dirigencia en sus filas. Un significativo evento que este 2016 cumple doscientos años.

El joven Mina venía de haber organizado una guerrilla para contratacar a Napoleón y sus tropas invasoras en España, en 1808. Años más tarde, en 1814, realizó el primer pronunciamiento armado contra el régimen absolutista del rey Fernando VII, por lo que tuvo que refugiarse en Inglaterra hacia abril de 1815. Empero, en Londres encontró al sacerdote novohispano Servando Teresa de Mier, quien –se presume– lo convenció de continuar su lucha contra el monarca Borbón, pero esta vez desde los dominios americanos al buscar independizar al virreinato de la Nueva España, de donde obtenía la mayor parte de los recursos para sostenerse en el poder, al tiempo que daría libertad a un pueblo que se desangraba mientras buscaba su emancipación.

Desembarco estratégico

Ya en los Estados Unidos, Mina intentó obtener apoyo militar y financiero de empresarios y particulares estadunidenses, así como de patriotas de América del Sur que se encontraban estacionados ahí y de algunos miembros de las logias que operaban en secreto.

No obstante, tardó poco en confirmar el peor de los escenarios para sus planes: el fusilamiento de José María Morelos y la disolución del Congreso de Anáhuac, formado en diciembre del año anterior. Con tales noticias quedaba su expedición al aire, sin un gobierno ni un dirigente acreditado que la respaldara, ya que su financiamiento estaba basado en que el gobierno patriota reconociera y sostuviera los compromisos que adquiría.

Simón Bolívar en Haití

Mina se había enterado también que entre los insurgentes asilados se encontraba Simón Bolívar y no dejaría pasar la oportunidad de entrevistarse con él para tratar de sumarlo a su expedición. Y es que, junto con el doctor Mier, se había encontrado en Norfolk con el caraqueño Felipe Estévez, quien les contó de la ubicación y los planes emancipadores de Bolívar en aquella isla.

En una carta del 21 de julio de 1816, Xavier comentó a Bolívar la causa de su expedición y el progreso en que se encontraba, además de invitarlo a integrarse a ella y comprometerse a que, después de obtenido el triunfo, correspondería con hacer lo propio en Venezuela. Le avisó también que tenía interés en conocerlo y que, si estaba de acuerdo, lo iría a visitar a Haití para tratar los proyectos libertarios de ambos y procurar integrarlos en un plan global.

Bolívar debió contestar afirmativamente, pues a finales de septiembre lo aguardaba ya en Puerto Príncipe. “Esperamos a cada instante al General Mina –comentó con entusiasmo a su amigo Maxwell Hyslop el 26 de septiembre–, quien a la cabeza de una expedición se debe dirigir sobre México”.

Una reunión llena de expectativas

Las embarcaciones que se adelantaron a Mina se separaron a las dos jornadas. La Caledonia llegó a Puerto Príncipe después de diecisiete días y, para entonces, el bergantín Calipso se hallaba en el lugar. Al día siguiente se desató un huracán que provocó que este último encallara en la costa y que la primera sufriera múltiples daños.

Por su parte, Bolívar aguardaba impaciente a Mina, y así lo menciona en una nueva carta en francés, del 4 de octubre, al señor Hyslop: “Está [la expedición] destinada para México y ya una parte ha llegado a Puerto Príncipe donde el general es esperado todos los días. Su carta está llena de elogios que él me hace que sería demasiado largo detallarle aquí”.

Después de haber fundado la Segunda República Venezolana y tras sufrir una grave derrota en Ocumare frente a los realistas, Bolívar se encontraba refugiado en la isla e intentaba reagruparse con el apoyo del gobernante de Haití, a quien expuso las ventajas de la independencia de Venezuela y ofreció en compensación la libertad de los esclavos en la nueva nación. Sin embargo, la propuesta de colaborar con Mina le atrajo de inmediato. Para el investigador Francisco Cuevas Cancino, Bolívar esperaba al navarro con ilusión, pues “era un guerrero venido de ultramar que lo buscaba, que le traía nuevos planes, y sobre todo en esos momentos aciagos, le aportaba esperanzas”.

En ese octubre de 1816, Puerto Príncipe ofrecía una situación peculiar: se encontraban anclados ahí el Calipso y la Caledonia de Mina, así como la Diana de los insurgentes venezolanos, sin contar con la Flore y el Railleur, de bandera francesa, al mando del vizconde de Fontanges, quien iba con la misión de persuadir a Pétion de retornar al dominio galo y obtener el comercio abierto entre Francia y su antigua posesión.

Por su parte la Corona española presionaba constantemente al gobierno haitiano para que cambiara su actitud, pero Pétion, con hábil diplomacia, refutaba las acusaciones hispanas al pretextar que sólo obedecía las normas humanitarias de su nación y los principios del derecho de gentes, en virtud de los cuales no podía negar la hospitalidad a los exiliados. No obstante, argumentaba a la vez que él se abstenía de ayudarlos en intenciones ajenas a dichos principios. Xavier llegó a Haití hasta el 12 de octubre y encontró sus embarcaciones en reparación gracias a la ayuda que recibieron del propio Pétion. Pero los problemas no terminaron. Luego que arribó a la isla, desertó un gran número de angloamericanos –probablemente por falta de incentivos económicos– y otros lo abandonaron alegando enfermedad. Para entonces había gastado más de seis mil dólares.

Gracias a la intervención del comerciante y agente británico en Haití, Robert Sutherland, se compensó esta pérdida con la integración de algunos oficiales que habían desertado de una fragata francesa debido a las intrigas del propio inglés. Y es que, en aquellos días, él era el extranjero más influyente y participaba, por medio de Robert Sutherland & Cía., en todas las actividades oficiales y privadas del gobierno de la isla.

Al día siguiente de su llegada, el 13 de octubre, Xavier acudió a su esperado encuentro con Simón Bolívar en la casa del propio Sutherland, bajo una atmósfera llena de expectativas para ambos insurgentes. Tal parece que abrieron la conversación con sus experiencias en los frentes de batalla. Mina le contaría la forma en que decidió iniciar una guerrilla en su natal Navarra y la respuesta que dio su tío Francisco Espoz –posteriormente célebre en España–, cuando le expuso sus intenciones. Narraría al caraqueño que su tío sólo lo escuchó en silencio y, cuando concluyó, “le contestó con frialdad, señalando una horca que se hallaba cerca del lugar en que conferenciaban: ‘ten presente que ese será tu destino si falla tu plan’”.

Ambos eran jóvenes instruidos y pertenecían a la misma generación del ámbito hispano; Bolívar era apenas seis años mayor. Aunque en circunstancias muy diferentes y en distintos tiempos, los dos habían estado en Londres, París, Madrid y Filadelfia. Ahora se encontraban reunidos en Haití, donde coincidían sus intenciones libertarias por la América española. Sólo había que acordar si existía la posibilidad de un actuar en conjunto.

En esa y las conversaciones subsecuentes, Xavier trató de convencer a Bolívar para que se uniera a la dirigencia de su proyecto libertario de la Nueva España. Como en su carta a P. y A. (Ignacio Pavón y Mariano Almanza), de septiembre de 1816, es probable que Xavier le haya asegurado que al separar a la América de la península acabarían con “el coloso del despotismo”. “México es el corazón del coloso –escribía–, y es de quien debemos procurar con más ahínco la independencia. He jurado morir o conseguirla, vengo a realizar en cuanto esté de mi parte el voto de los buenos españoles, así como de los americanos”.

Simón no estaba lejos de esa idea, pues en su Carta de Jamaica, del 6 de septiembre de 1815, había escrito que sabía que en la Nueva España la lucha se mantenía a fuerza de sacrificios humanos, “pues nada ahorran los españoles con tal que logren someter a los que han tenido la desgracia de nacer en este suelo, que parece destinado a empaparse con la sangre de sus hijos. A pesar de todo, los mexicanos serán libres, porque han abrazado el partido de la patria, con la resolución de vengar a sus pasados o seguirlos al sepulcro”.

Y aunque en realidad Bolívar tenía planeado viajar a Inglaterra en busca de apoyo para una nueva expedición hacia Venezuela, la propuesta del navarro le hizo dudar sobre el camino que debía tomar.

"He venido aquí con la intención de hacer todavía alguna cosa por la costa firme, que tiene necesidad principalmente de armas, municiones y navíos –escribió en francés al almirante Luis Brión, el 14 de octubre–. Estoy decidido a ejecutar un proyecto, pero no sé si la llegada del general Mina me haga cambiar mi plan. Lo he visto ayer y hemos hablado con mucha franqueza; lo que me ha comunicado me hace esperar mucho. He ahí lo que puede influir sobre lo que me había propuesto hacer. Sin embargo, no estoy aún bien decidido."

Mina escribió a su subalterno, el caraqueño Mariano Montilla, sobre el progreso de la expedición y de las entrevistas con su paisano. “Aquí está Bolívar –le informó gustoso el 17 de octubre–, nos vemos todos los días”. La situación estaba planteada, el navarro había expuesto sus motivos y sólo quedaba esperar la decisión del rebelde venezolano.

 

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