Tesoros arqueológicos

En el Atlas de García Cubas, 1885
Luis Arturo Salmerón

La décima carta del Atlas pintoresco e histórico de los Estados Unidos Mexicanos de Antonio García Cubas lleva el atractivo título “Carta Histórica y Arqueológica”. La composición visual es la misma que en las demás láminas de la gran obra: al centro un mapa temático de la República rodeado por litografías, aunque en este caso se observan dos de ellas de mayores dimensiones a las acostumbradas. Toda la parte superior de la lámina y gran parte de la inferior están ilustradas con las principales piezas arqueológicas resguardadas en el entonces llamado Museo Nacional, con la particularidad de que están numeradas.

Hay que remitirnos al Cuadro geográfico, estadístico e histórico de los Estados Unidos Mexicanos para encontrarle sentido a esos números, aunque se debe buscar un poco más de lo habitual, ya que en esta carta, por primera vez, el capitulado no corresponde: está numerada con el X en el atlas y en el cuadro geográfico la nombran “Carta XII”.

García Cubas señala que acerca de cada pieza da “una ligera descripción, sirviéndome al efecto de los estudios del Sr. D. Fernando Ramírez y de mis propias observaciones respecto de algunos monumentos no descritos por el eminente arqueólogo”. Así, destaca en la parte inferior la Piedra de Tízoc, y en la parte superior la Piedra del Sol.

El mapa también está rodeado por ocho litografías con vistas de las zonas arqueológicas más importantes descubiertas en la época de su publicación. Una vez más la maestría de los artistas que colaboraron con García Cubas nos sorprende al convertir cada una de las pequeñas estampas en verdaderas ventanas al pasado, tanto al prehispánico –ésa era su intención– como a su propio siglo, ya que nos muestra lugares como Teotihuacán y Palenque con el aspecto que tenían a finales del siglo XIX.

Una de las grandes virtudes de los libros de García Cubas en lo referente a lo arqueológico, más allá de lo estético, es que no se limita a opinar, sino que consigna las discusiones en torno al pasado prehispánico en las que estaban inmersos los especialistas de su época, lo que los convierte en un valioso documento para conocer el estado de los estudios que sobre el pasado remoto tenían los historiadores y arqueólogos de las últimas décadas del siglo XIX.

En esta lámina encontramos un mapa de la República Mexicana con las principales zonas arqueológicas marcadas, además de una serie de cuatro líneas rojas que señalan: “1. Derrotero de las siete tribus unidas de los nahuatlacas conforme a los historiadores antiguos; 2. Id. id. conforme a los Sres. Orozco y Berra y Chavero; 3. Su separación en Chicomoztoc y expedición sucesiva al Anáhuac de los xochimilcas, chalcas, tecpanecas, texcocanos, tlahuicas y tlaxcaltecas; 4. Itinerario de los mexicanos”. Por otra parte, se aprecia en un recuadro un acercamiento al Valle de México y sus alrededores, con el detalle de los asentamientos nahuatlacas y el derrotero último de los mexicas hasta el asentamiento final en México-Tenochtitlan.

 

Esta publicación es un fragmento del artículo “Tesoros arqueológicos” de la autora Luis Arturo Salmerón y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 50.

 

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