Telegrama Zimmermann: de cuando Alemania propuso a México declarar la guerra a Estados Unidos

Pedro Salmerón

“La Revolución mexicana empezó en los últimos días de lo que con frecuencia se ha llamado el periodo clásico del imperialismo, cuando las grandes potencias luchaban por ganar posiciones para el conflicto que todas ellas esperaban. La Revolución alcanzó su clímax durante la Primera Guerra Mundial”, dice Friedrich Katz. Es decir, México libró una guerra civil feroz y sangrienta al mismo tiempo que en Europa se dirimía el dominio mundial.

 

 

¿Cómo explicar aquella guerra mundial? Uno de los grandes jefes militares del siglo XX, el mariscal Bernard Law Montgomery, la resumió así:

 

El estancamiento (militar), que fue producto accidental de la tecnología de la época, subsistió como factor primordial en el modo de hacer la guerra desde 1914 a 1918. Ni siquiera el uso de tanques resolvió el punto muerto lo bastante como para hacer posible una victoria táctica decisiva. La guerra de 1914-1918 no podía ser ganada; únicamente podía perderse por un derrumbamiento final de la resistencia de los hombres de uno u otro bando. Los soldados de ambas partes lucharon con tenacidad y valor, pero al final cedieron los alemanes.

 

Y los alemanes cedieron: no fueron derrotados en el campo de batalla en una guerra que no se podía ganar en el campo de batalla y que sólo se resolvió por el agotamiento económico, material, de uno de los bandos contendientes. Esta situación de estancamiento, la imposibilidad de definir la guerra en el campo de batalla y la capacidad de los dos bandos enfrentados para mantener la guerra de materiales les quedó clara a los mandos enemigos a fines de 1916, de modo que en 1917 los altos mandos decidieron de manera casi simultánea intensificar las estrategias para sofocar al adversario cortándole los aprovisionamientos.

 

Las estrategias para ahogar económicamente al adversario y obligarlo a rendirse ya estaban en práctica: eran el bloqueo marítimo de Alemania practicado por los aliados, y la guerra submarina que los alemanes desarrollaban contra aquellos. En 1915 y 1916, aunque los aliados controlaban casi todas las rutas marítimas del mundo, la guerra en el mar parecía tan estancada como en tierra y aquel domino tardaría en producer los efectos económicos deseados, aunque permitió a los británicos trasladar millones de hombres y pertrechos a distintos frentes y, de manera vital y significativa, los enormes recursos comprados a los Estados Unidos (petróleo, grano, acero y armas).

 

El alto mando alemán decidió la guerra submarina ilimitada el 7 de enero de 1917. Hasta entonces, los submarinos alemanes habían respetado los buques de bandera neutral, pero de ahí en adelante, cualquier barco que se encontrara en ruta a Gran Bretaña o Francia podría ser atacado. El mando alemán era consciente de que eso podría provocar la guerra con los Estados Unidos, pero calculaban que podían asfixiar la economía británica y ganar la guerra antes de que Estados Unidos pudiera movilizar su ejército y trasladarlo a Europa.

 

Pero además de eso, el ministro alemán de Relaciones Exteriores, Arthur Zimmermann, consideró viable atar las manos de los Estados Unidos provocando una guerra con México. Los nulos resultados de la expedición punitiva lanzada contra Pancho Villa a raíz del ataque a Columbus (8 de marzo de 1916) le permitían inferir que el ejército estadunidense poco podría hacer frente a las guerrillas mexicanas. Zimmermann declaró en una reunión privada, que “los mexicanos son soldados extraordinariamente valerosos y que los norteamericanos no obtuvieron ningún éxito cuando penetraron a México y tuvieron que retirarse”. También recordó que había un odio “antiguo y bien fundamentado” de México contra Estados Unidos.

 

¿Cómo provocar una guerra contra México? Zimmermann, sus asesores y otros integrantes de la élite política germana le dieron vueltas, pesaron, analizaron una triangulación en que la reconocida amistad México-Japón pudiera empujar a la potencia oriental a buscar una paz por separado con Alemania o hasta una guerra entre Japón y Estados Unidos. Finalmente, para el 15 de enero quedó lista la oferta de alianza con México, conocida desde entonces como “telegrama Zimmermann”, dirigido por el ministro a su embajador en México, Hienrich von Eckardt:

 

Tenemos intenciones de comenzar el primero de febrero la guerra submarina ilimitada. Con todo, se intentará mantener neutrales a los Estados Unidos.

 

En caso de que no lo lográramos, proponemos a México una alianza sobre las siguientes bases: dirección conjunta de la guerra, tratado de paz en común, abundante apoyo financiero y nuestra conformidad de nuestra parte en que México reconquiste sus antiguos territorios en Nuevo México, Texas y Arizona. Dejamos a Su Excelencia el arreglo de los detalles.

 

Su Excelencia comunicará lo anterior en forma absolutamente secreta al Presidente [Carranza] tan pronto como estalle la guerra con los Estados Unidos, añadiendo la sugerencia de que invite al Japón a que entre de inmediato en la alianza, y al mismo tiempo sirva de intermediario entre nosotros y el Japón.

 

Tenga la bondad de informar al Presidente que el empleo ilimitado de nuestros submarinos ofrece ahora la posibilidad de obligar a Inglaterra a negociar la paz en pocos meses. Acúsese recibo.

 

Los alemanes enfrentaban ahora el problema de hacer llegar la nota a su destinatario. Los submarinos alemanes tardarían treinta días en llegar a Veracruz y para Zimmermann era fundamental que Carranza la recibiera tan pronto como se iniciase la guerra submarina ilimitada, lo que estaba planeado para el 1º de febrero. Por lo tanto, había que enviarlo por telégrafo. Y el 16 de enero se envió debidamente cifrado y por varias vías, a cual más enredada (dado el bloqueo a que Alemania estaba sometida) al embajador alemán en Washington, conde Bernstorff, para que éste a su vez lo retransmitiera a Eckardt, en México.

 

Las precauciones alemanas fueron inútiles: el telegrama no sólo fue interceptado por los servicios secretos británicos, lo que sería clave para inducir a la opinión pública estadunidense a aceptar la posibilidad de una guerra contra Alemania: también les permitió a los espías británicos, merced a una serie de maniobras y casualidades magníficamente documentadas por Friedrich Katz, descifrar las claves hasta entonces secretas de la diplomacia germana. Pero antes de ver sus efectos globales, recordemos su recepción en México.

 

El telegrama no fue una ocurrencia en el vacío: la expedición punitiva enviada por el presidente estadunidense, Woodrow Wilson, para capturar a Pancho Villa tras el ataque a Columbus en febrero de 1916, había chocado con tropas carrancistas en varios momentos y en noviembre de aquel año la guerra entre Estados Unidos y México parecía inminente. Entonces, Venustiano Carranza ofreció a los alemanes un acuerdo político y un centro de transmisiones por cable a cambio de ayuda militar. Incluso podía inferirse que los submarinos alemanes podían tener bases de aprovisionamiento en México. Aunque inicialmente Alemania rechazó la oferta de Carranza, el telegrama Zimmermann puede ser visto como una respuesta –relativamente– tardía.

 

Cuando Eckardt presentó la nota a Carranza, las tensiones entre México y Estados Unidos habían amainado. La expedición punitiva regresaba a su país y en el nuestro, Carranza podía presumir de una victoria diplomática frente a nuestros vecinos. Sin embargo, la amenaza latente seguía y el gobierno mexicano no rechazó de plano la oferta, no por confianza en la hipotética ayuda alemana, sino por desconfianza en la agresividad intermitente de los Estados Unidos.

 

Nuestro secretario de Relaciones Exteriores, general Cándido Aguilar Vargas, respondió con simpatía a la oferta alemana. Algunas notas sobre las reuniones del gabinete de Carranza indican que el todavía Primer Jefe (encargado del poder Ejecutivo y no presidente, como erróneamente insiste la documentación, pues no tomaría posesión de ese cargo sino hasta el 1 de mayo de ese año) veía la oferta alemana como una buena baza para neutralizar las amenazas estadunidenses. La aparente ambigüedad de don Venustiano se mantuvo, pues todavía el 24 de abril, cuando le comunicó a Eckardt de manera formal que no aceptaba la alianza ofrecida, dejó abierta una puerta de posibilidad, pues en el caso de que México se viera arrastrado a una guerra “entonces veríamos”, según informó el embajador alemán a su gobierno.

 

Carranza usó en beneficio de México este escabroso asunto, pero era consciente de que el Reich Alemán carecía de la posibilidad real de auxiliarnos en caso de una guerra contra nuestro poderoso vecino. La marina germana estaba encerrada en el mar del norte y los submarinos tenían escasa capacidad de carga y requerían un mes para trasladarse de Alemania a México, además de que estaban sobresaturados de tareas. En las circunstancias existentes, no era posible trasladar un ejército alemán al continente americano y muy poco factible el apoyo material en un momento en que todas las energías humanas y materiales de Alemania estaban apostados en la guerra europea y sobre todo en el frente occidental. Era evidente que Alemania no podría ser de ninguna ayuda en caso de una guerra con el poderoso vecino del norte (omitiendo los datos sobre la economía y la industria, particularmente la bélica, en que no hay comparación posible, baste decir que los Estados Unidos, potencia industrial, tenían 92 millones de habitantes por 15 millones de México).

 

Carranza conocía bien tanto la imposibilidad real de que Alemania ayudara a México como la desproporción entre nuestras fuerzas y las del vecino: una cosa era firmar un pacto político con Alemania y otra entrar en guerra con los Estados Unidos, lo que habría sido una enorme torpeza de consecuencias incalculables, así que rechazó formalmente la oferta alemana el 24 de abril. Para entonces nada quedaba de la expedición punitiva (que de hecho se había retirado del país antes de que iniciara el escándalo del telegrama) y Estados Unidos ya estaba en guerra contra Alemania.

 

La prudente actitud de don Venustiano tiene una demostración alterna en la documentación encontrada por Friedrich Katz en los archivos alemanes, en los que se muestra que para convencer a sus colegas, Zimmermann les dijo, con otras palabras, que una cosa era prometerle a México ayuda militar para reconquistar Texas, y otra muy distinta, cumplir esa promesa.

 

Para México, capítulo concluido (aunque inserto en la línea general que desembocaría un año después en la enunciación de la “Doctrina Carranza”). Pero entre tanto, el famoso telegrama había tenido decisivos efectos en la política mundial.

 

Y es que los servicios británicos entregaron el telegrama al presidente Woodrow Wilson el 24 de febrero, y éste lo entregó a la prensa el 1 de marzo. En una reacción que entonces se consideró inexplicable, Zimmermann y el gobierno alemán aceptaron que era real, y eso desencadenó una serie de reacciones cuyo resultado último fue la entrada de los Estados Unidos en la guerra.

 

Ninguna de las crisis anteriores (como el hundimiento del Lusitania, en 1915) habían hecho patente con tal claridad a los políticos, los medios de comunicación y la opinión pública estadunidense, que la amenaza alemana era real. Por mucho que los mexicanos rechazaran la propuesta teutona y que los japoneses la repudiaran abiertamente, en buena parte de la consciencia “americana” y en contra del tradicional “aislacionismo” (ante las otras potencias imperiales) se había cruzado una barrera psicológica: los Estados Unidos podían ser atacados por varios enemigos y desde varios frentes.

 

La discusión política crecía en intensidad en Estados Unidos cuando el 16 de marzo fue hundido un buque de esa bandera. Pronto, los submarinos alemanes hundieron otros más. Wilson tomó entonces la decisión de entrar en la guerra y el 6 de abril de 1917 ésta fue declarada. El telegrama Zimmermann fue quizá la mayor arma propagandística que le permitió a Wilson formular esa declaración, de la que se desprenderían dos efectos de enorme trascendencia: la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial y la conversión de Estados Unidos en la primera potencia económica y militar del orbe.

 

Y hay que recordar que Carranza logró que los Estados Unidos retiraran la expedición punitiva, evitó la guerra abierta con los Estados Unidos y que los alemanes realizaran acciones de sabotaje en los campos petroleros. Concluye don Friedrich Katz que don Venustiano les hizo un montón de promesas a los estadunidenses y a los alemanes, “pero nunca las cumplió ni parece haber querido hacerlo”. Y dejó tras de sí una trayectoria ambigua: ese hombre autoritario y enemigo de las transformaciones sociales que el país exigía a gritos hizo todo lo posible, y con éxito, “por mantener la independencia de su patria frente a un creciente intervencionismo de las grandes potencias”.

 

 

El artículo “El Telegrama Zimmermann” del autor Pedro Salmerón se publicó íntegramente en Relatos e Historias en México, número 103.