Lo llamaban el Loco Sidar

En 1930 una gran hazaña de la aviación terminó en tragedia
Tomás F. Arias Castro

Nunca nadie lo había intentado antes, pero Pablo Sidar tenía fama de audaz y temerario. Como revolucionario y piloto del ejército mexicano, había pasado por muchos combates. Igualmente recio era el teniente Carlos Rovirosa, quien lo acompañó en la aventura más peligrosa de su vida.

 

En 1929, el coronel Pablo Sidar, conocido como el Loco por su arrojo y audacia, comenzó a planear una hazaña que no había sido efectuada nunca debido a su peligrosidad y riesgos: un vuelo sin escalas entre la Ciudad de México y la capital argentina de Buenos Aires.

Sidar solicitó al secretario de Guerra y Marina del Estado mexicano, general Joaquín Amaro, el aval para dicho viaje, el cual implicaba una duración de cuarenta horas y una distancia de ocho mil kilómetros. Tras la autorización, el gobierno puso a su disposición un monoplano comprado en Estados Unidos y fabricado en 1926, el cual había sido bautizado como Morelos.

Pablo pidió que su copiloto fuese el teniente Carlos Rovirosa, reconocido por su talento y pericia, quien aceptó la invitación. Seguramente ninguno de los dos imaginó que nunca arribarían a Buenos Aires y que su valerosa hazaña terminaría en el territorio de Costa Rica.

Y probablemente mucho menos pensó en ello la señorita Artemisa Elías Calles Chacón (hija del expresidente mexicano Plutarco Elías Calles), con quien Sidar se había comprometido para casarse al regreso de su vuelo a Argentina.[1]

 

Esta publicación es un fragmento del artículo “Lo llamaban el Loco Sidar” del autor Tomás F. Arias Castro y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 93.

 

[1] Joel Romero Salinas, Rotonda de las Personas Ilustres, México, Porrúa, 2004, p. 224.