La Bandera de Chapultepec, botín de guerra de los Estados Unidos

Ahmed Valtier

El lábaro que ondeó sobre el Castillo de Chapultepec en el épico año de 1847, permaneció en Estados Unidos durante los siguientes cien años. En este artículo, el autor rastrea el destino que tuvo aquella bandera, así como el de tantas otras que fueron capturadas y catalogadas como “trofeos de guerra” durante los enfrentamientos ocurridos en la invasión norteamericana y que finalmente fueron devueltas en 1950.

 

 

Michael McAfee, actual curador de historia del Museo de la Academia Militar de West Point, en Nueva York, aún recuerda aquel incidente, una de las primeras tareas que le asignaron en su trabajo.

 

Era una mañana de febrero de 1965 cuando McAfee, joven de escasos veinte años y por aquel entonces un sencillo asistente, fue asignado por su jefe, el Dr. Fredrick P. Todd, director del Museo de West Point, para responder a una extraña petición que había llegado por correo a sus oficinas.

 

En una emotiva carta, la señora María Fernanda Loyo Bangnouls, de la Ciudad de México, solicitaba que una bandera caída en manos del ejército estadunidense durante la Guerra México-Americana (1846-1848) y depositada posteriormente como “trofeo de guerra” en la Academia de West Point, fuera devuelta a México.

 

La bandera en cuestión, aseguraba la carta, había sido tomada en el asalto al Colegio Militar de Chapultepec el 13 de septiembre de 1847. “Cuando uno de los jóvenes cadetes –escribió la señora Loyo– vio que su amada bandera estaba a punto de ser deshonrada, la tomó en sus brazos y decidió lanzarse desde las alturas del castillo, para encontrar así la muerte. Por esta razón yo ruego a ustedes por que esa bandera, tan amada por nosotros, sea repatriada”.

 

Aquélla fue la primera de muchas otras cartas que Michael McAfee, a lo largo de sus más de cuarenta años de trabajo en el Museo de West Point, vio llegar con la misma petición: el retorno a México de la bandera tomada en la batalla de Chapultepec.

 

Sin embargo, en la actualidad la Academia Militar de West Point no tiene ninguna bandera relacionada con la guerra contra México. De hecho, todas las banderas y estandartes capturados por los norteamericanos durante la guerra de 1847 fueron devueltos a México hace más de sesenta años.

 

Entre mito y realidad

 

Hoy la mayoría de los investigadores serios concuerdan en que el relato de Juan Escutia, el niño héroe que se envolvió en la bandera para saltar al vacío y estrellarse contra las rocas, pertenece más al terreno de la ficción. Una historia romántica exaltada por poemas épicos como el de Amado Nervo, “Los niños mártires de Chapultepec”, y mantenida en la imaginación popular a través de la enseñanza básica oficial.

 

Pero el caso de la bandera de Chapultepec se dio en sentido contrario a toda esta leyenda. Existen elementos históricamente verificables de que un pabellón mexicano ondeó sobre el edificio del Colegio Militar durante la batalla del 13 de septiembre, así como también registros fidedignos de que esa insignia cayó en poder de los invasores.

 

Después de un intenso bombardeo de trece horas en el que se dispararon alrededor de dos mil proyectiles sobre el castillo (aproximadamente uno cada 23 segundos), dos columnas de infantería estadunidenses iniciaron el ataque la mañana del 13 de septiembre de 1847.

 

Cerca de 3 300 soldados avanzaron sobre Chapultepec y casi de inmediato fuertes combates se desarrollaron tanto en la falda del cerro como en el bosque. Varias unidades mexicanas que defendían los accesos, como el Batallón Activo de San Blas, fueron flanqueadas y literalmente aniquiladas.

 

Cuando los yanquis comenzaron a subir el cerro, algunos cadetes les hicieron fuego desde lo alto del castillo. La lucha se prolongó hasta el interior del edificio, desarrollándose incluso combates cuerpo a cuerpo. Pero a pesar de esta tenaz resistencia, para las diez de la mañana el Colegio Militar estaba en poder del enemigo.

 

El primer oficial estadunidense que llegó al torreón del castillo o “Caballero Alto” –como era llamada por los cadetes la parte más elevada en donde se izaba la bandera– fue el mayor Thomas Seymour, del 9° Regimiento de Infantería.

 

El general Gideon Pillow, comandante de las tropas de asalto, fue herido en una pierna durante el combate y llevado hasta el castillo en una manta cargada por cuatro soldados. En su reporte oficial, Pillow afirmó que al entrar al colegio fue testigo del momento en que la bandera mexicana era bajada de su asta y entregada por el mayor Seymour al general George Cadwalader, quien momentáneamente había asumido el mando…

 

Una vez concluida la guerra, el presidente James Polk emitió el 26 de diciembre de 1848 una Orden Ejecutiva para que todas las banderas y artículos capturados al ejército mexicano durante el conflicto fueran enviados a la Academia Militar de West Point y catalogados como “trofeos de guerra”, para que fueran preservados y desplegados apropiadamente en un lugar público…

 

En el catálogo oficial del Museo de West Point, editado en 1944 por el curador Lloyd J. Kirtland, bajo la supervisión del coronel Lawrence C. Leonard, oficial a cargo del museo, quedó asentada la siguiente descripción de la pieza número 4174:

 

Bandera nacional mexicana. Capturada en Chapultepec durante la Guerra con México por la 3ª División, comandada por el general Pillow, el 13 de septiembre de 1847. Esta fue una bandera oficial regular de 10 pies de lar-go [aproximadamente tres metros] por 14 pies de ancho [poco más de cuatro metros]; sin embargo, la sección roja está desaparecida.

 

El difícil retorno a la patria

 

Contrario a lo que podría esperarse, la petición para que los estandartes capturados regresaran a su patria no surgió del gobierno de México, sino de las autoridades norteamericanas. La primera propuesta se dio en 1936, cuando el representante por el estado de Texas, Maury Maverick, lo sugirió ante el Congreso de su país, aunque con poco éxito. La idea fue nuevamente debatida en 1942, pero sólo hasta que la máxima autoridad de Estados Unidos se involucró en el tema, la iniciativa pudo ser realmente considerada…

 

El 13 de septiembre de 1950 los pendones fueron entregados a las autoridades mexicanas en una ceremonia por demás emotiva en el bosque de Chapultepec, frente a una tribuna levantada junto al monumento de los Niños Héroes. El presidente Miguel Alemán Valdés recibió de manos del general Wade Haislip, subjefe del Estado Mayor del Ejército de los Estados Unidos y enviado especial del presidente Truman, la primera de las insignias. “Sr. Presidente, mi país devuelve las banderas que ha tenido el honor de custodiar”, expresó por su parte el embajador Walter Thurston, y acto seguido todas las banderas fueron entregadas por cadetes estadunidenses a sus contrapartes mexicanos del Colegio Militar.

 

Consideradas verdaderas reliquias nacionales, símbolos de la defensa de la patria, las banderas fueron depositadas en el acervo del Museo Nacional de Historia para su posterior catalogación y resguardo. Desgraciadamente, muchas jamás han vuelto a ser exhibidas debido a lo deteriorado de su textil.

 

 

Esta publicación sólo es un fragmento del artículo "La Bandera de Chapultepec, botín de guerra de los Estados Unidos" del autor Ahmed Valtier, que se publicó íntegramente en Relatos e Historias en México número 46