Hospicio Cabañas II

Guadalupe Lozada León

La construcción

El proyecto arquitectónico incluía los espacios necesarios para desarrollar todas las tareas, habida cuenta de que también se establecerían “los telares de manta y algodón, canícula, frazadas y sayal de modo que basten para vestirse los individuos de ella”.

Fue hasta el 26 de diciembre de 1803 cuando se recibió con júbilo la autorización del rey Carlos IV –recordado en la Ciudad de México por su escultura ecuestre, obra también de Tolsá–, para dar inicio a tan piadosa obra. En tal virtud, se procedió a nivelar el terreno y se nombró al arquitecto Pedro José Ciprés para dirigir los trabajos preliminares, que se prolongaron al año siguiente.

Dado que don Manuel Tolsá no pudo estar presente en el desarrollo de la obra, al verse obligado a atender sus responsabilidades en la Academia de San Carlos, eligió al arquitecto José Gutiérrez para llevar a cabo las labores de acuerdo con sus planos.

 

Patrimonio de la Humanidad

Tras un complicado siglo XIX, a menudo reconvertido en cuartel y lugar de asiento de tropas, fue hacia la década de 1920 cuando el hospicio volvió a ser apoyado por el Estado. Entonces llegó a tener setecientos asilados entre niños de cuna, párvulos, alumnos y alumnas de primaria, además de ancianas. Después en 1937 la administración estatal encomendó a José Clemente Orozco iluminar con su arte las paredes y la cúpula de la capilla, cuyo uso religioso no se daba más. Ahí, el ilustre jalisciense dejó plasmada una de sus obras más destacadas: El hombre de fuego, también conocida como El hombre en llamas, que concluyera en 1945.

Durante 35 años más, la vida del Hospicio Cabañas, ya oficialmente con este nombre en recuerdo de su fundador, continuó su marcha hasta 1980, cuando cambió su vocación. Los asilados fueron enviados a un nuevo hogar y lo que había sido la Casa de la Misericordia fue adaptada como un centro cultural, el cual quedó a cargo del gobierno de Jalisco y tres años más tarde abrió sus puertas.

De tal forma, se presentó ante la UNESCO el expediente respectivo para que esta obra magnífica, ejemplo de la arquitectura del siglo XVIII novohispano, fuera incluida en la lista de Patrimonio Mundial, lo cual finalmente sucedió en 1987. El organismo internacional tomó en cuenta para tan significativo reconocimiento que

es un complejo arquitectónico único diseñado para satisfacer las necesidades sociales y económicas para la vivienda de los enfermos, los ancianos, los jóvenes y los necesitados, que ofrece una solución excelente de gran sutileza [...] La serie de frescos en la capilla del hospicio, especialmente la alegoría El hombre de fuego es considerada una de las obras maestras de la pintura mural del siglo XX y tuvo una profunda influencia cultural más allá de las Américas. [...] Es un logro notable del arquitecto Manuel Tolsá, integrado en su mayoría en el estilo neoclásico, que aporta una solución arquitectónica radicalmente diferente de la concepción clásica de su tiempo: la limitación de los edificios en una sola planta para facilitar la circulación de los pacientes, el uso de espacios abiertos, que dan aire y la luz con fines terapéuticos, el desarrollo de los pasajes de gran iluminación y ventilación natural entre edificios, y la escala que cubre 2.34 hectáreas, que era entonces, y sigue siendo considerado monumental.

Reconocido además por su autenticidad al no haber sido modificado mayormente en más de doscientos años de existencia, el Hospicio Cabañas está hoy protegido por las leyes nacionales e internacionales de conservación para este tipo de inmuebles y es orgullo de propios y extraños.

 

Esta publicación es un fragmento del artículo “Hospicio Cabañas” de la autora Guadalupe Lozada León y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 94.