Dr. Atl, un artista indomable

Gerardo Murillo Cornadó, mejor conocido como Dr. Atl, nació el 3 de octubre de 1875 en el barrio de San Juan de Dios, en Guadalajara, Jalisco. Hijo de un matrimonio de origen catalán, realizó su educación básica en el Liceo de Varones, en el tiempo en que predominaba el positivismo.

 

En 1890 inició su encuentro con la pintura en el taller de Felipe Castro, en Guadalajara, y más tarde asistió al de Félix Bernardelli, con quien conoció las vanguardias artísticas europeas. En 1896 se trasladó a la ciudad de México para ingresar a la Escuela Nacional de Bellas Artes. Dado su destacado desempeño, el gobierno porfirista le otorgó una pensión para estudiar pintura en el Viejo Continente. Así, viajó por Inglaterra, Alemania, España y Francia, donde recibió la influencia de los impresionistas. Estudió dibujo y pintura en París, y filosofía y derecho en la Universidad de Roma; además, estando en Italia colaboró con el Partido Socialista Italiano y en el periódico Avanti.

 

Entusiasmado por la pintura renacentista, el neoimpresionismo y el fauvismo, al regresar a México impartió clases en la Academia de San Carlos a alumnos como David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco y Diego Rivera, quien, al igual que Francisco de la Torre y Rafael Ponce de León, exhibió sus primeras obras gracias a una exposición que fue promovida principalmente por Murillo para la revista Savia Moderna en 1906.

 

No hay certeza sobre cómo y cuándo nació su sobrenombre; algunos autores aseguran que fue bautizado así por el escritor argentino Leopoldo Lugones, y otros que él se autonombró Atl, que en náhuatl significa agua. Lo cierto es que impulsó el movimiento artístico nacionalista y los primeros intentos para realizar muralismo en edificios públicos. Además, en sus obras utilizó técnicas originales con colorantes que él mismo ideó y denominó “Atl colors”, pasta compuesta de cera, resinas y tintes secos fundidos y usados sobre cualquier superficie: papel, madera, yeso, tela, cartón o piedras.

 

Destacó como vulcanólogo e incluso fue testigo del nacimiento del Paricutín en 1943, del que elaboró apuntes y pinturas que expuso en el Palacio de Bellas Artes para luego reunirlos en su libro Cómo nace y crece un volcán, el Paricutín (1950).

 

También le debemos la creación del género pictórico que denominó “aeropaisaje” y las monografías sobre iglesias de México y artes populares, fundamentales para la educación pública y por las que recibió la Medalla Belisario Domínguez en 1956, además de que se le otorgó el Premio Nacional de Artes en 1958.

 

 

Esta publicación es sólo un fragmento del artículo "El excéntrico Dr. Atl" de la autora Eugenia Pérez Olmos, que se publicó íntegramente en Relatos e Historias en México número 99: