Armillita Chico

Glorias y desventuras del torero Fermín Espinosa
Gerardo Díaz Flores

Cuando Fermín Espinosa Saucedo tomaba un capote lo hacía con la soltura y familiaridad de quien lo domina. Por sus venas corría sangre de torero, pues su abuelo, su padre, tíos y hermanos practicaban ese arte con mucha maña y diversión. De ese modo, el nacido en Saltillo el 3 de mayo de 1911 iba tras los becerritos muy desenvuelto y lleno de confianza, a pesar de recibir más de un doloroso topetazo al dar de bruces sobre el fango. Pero eso era normal para todos los chiquillos, ¿o no? 

Poco a poco Fermín se dio cuenta de que no todos los niños debutaban como becerristas a los trece años en el toreo de la Condesa, en la ciudad de México, ni que a todos les llamaban “el niño sabio del toreo”. Así que pensó que, efectivamente, algo especial había en su persona. Esto lo confirmó cuando el 23 de octubre de 1927, con apenas dieciséis años de edad, recibió su alternativa de parte del diestro sevillano Antonio Posada y salió entre aplausos del ruedo con una cola de toro en las manos.

A partir de ese momento Armillita Chico, como se le comenzó a llamar en vista de que a su padre lo conocían como Armillita, creció en su profesión y decidió saltar inmediatamente a las más altas esferas del mundo del toreo: triunfar en España. Para ello tomó la alternativa en una de las plazas más difíciles de Europa en aquella época: la de Barcelona, el 25 de marzo de 1928, y el 10 de mayo siguiente se presentó nada más y nada menos que en Madrid. 

En el Viejo Continente gustó tanto el estilo del mexicano y tenía comprometidas tantas corridas que su partida no pudo ser más lamentable, luego de que el gremio taurino español exigiera documentación laboral y limitara las apariciones de nuestros connacionales, que “la estaban rompiendo”, como se dice coloquialmente. 

De cualquier modo, el gran talento de Armillita Chico no fue opacado y regresó a nuestro país para seguir triunfando y convertirse en una figura clave en la historia de la tauromaquia del siglo XX. Fue grande entre los grandes en la etapa más brillante del toreo mexicano, que ya es decir bastante.

 

“Armillita Chico” del autor Gerardo Díaz Flores y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 75.

 

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