Antonio de Mendoza

Gerardo Díaz

 

Además de lo que ordenó realizar durante su mandato en Nueva España, Mendoza dejó instrucciones muy precisas a su sucesor, don Luis de Velasco, para continuar con las mejoras en el virreinato.

 

 

Antonio de Mendoza y Pacheco nació alrededor de 1490 en Mondéjar (España), en el seno de una familia con holgados recursos, pues fue hijo de Íñigo López de Mendoza y Quiñones, segundo conde de Tendilla. Esto hizo que tuviera una de las mejores educaciones de la época y fuera cercano a la familia real española.

 

Su reconocida lealtad a la Corona lo llevó a tener varias encomiendas y a ser representante del rey Carlos I en Alemania y Hungría. Más tarde, ante las problemáticas de tener un gobierno estable en las nuevas posesiones en América, fue nombrado primer virrey de la Nueva España el 17 de abril de 1535. En este territorio tuvo que lidiar con las fuertes personalidades de los conquistadores, con Hernán Cortés a la cabeza, y con los peninsulares que conformaron la Primera Audiencia.

 

Reconocido por su prudencia en el trato personal y su habilidad administrativa, Mendoza logró estabilizar el gobierno novohispano. Sus quince años al frente del virreinato fueron sumamente productivos. Se preocupó por la enseñanza, así que fundó la Real Universidad de México y otros colegios. Trajo la primera imprenta, realizó el primer censo en el continente y reglamentó la recaudación de tributos y la imposición de penas. También defendió a los nuevos vasallos de Su Majestad contra los brutales tratos de los encomenderos, con apoyo de Bartolomé de las Casas y fray Juan de Zumárraga.

 

Asimismo, procuró la expansión de la agricultura, ordenó la creación de caminos y puentes y promovió diferentes expediciones para la expansión del imperio español. Cuando tuvo que ser estricto, lo fue sin miramientos, como lo demostró al desarticular la sublevación de esclavos negros en 1537 en Ciudad de México o en la rebelión indígena del Mixtón entre 1541 y 1542, la cual fue exterminada a sangre y fuego.

 

Debido a su labor pacificadora, don Antonio fue nombrado virrey del Perú en 1551, con la intención de reorganizarlo después de numerosos conflictos internos. Sin embargo, la fatiga ya se hacía ver en Mendoza. Las presiones y los años alejado de la metrópoli le exigían un retiro a la tranquilidad de la vida privada. Su hermano Luis, heredero del título de conde de Tendilla y presidente del Consejo de Indias, lo sabía de sobra. No obstante, por honor le exigió que, si él no pudiese ir, sus huesos fueran al Perú.

 

Y así fue. Antonio de Mendoza llegó a Lima en septiembre de 1551 y murió en julio de 1552, por lo que consumió sus últimos meses de vida en obrar en Perú la eficaz administración que lo destacó en la Nueva España.

 

 

La nota breve "Antonio de Mendoza" del autor Gerardo Díaz se publicó en Relatos e Historias en México, número 113.