Pascual Orozco, el ranchero indomable y jefe revolucionario de Chihuahua

Preparando la revolución

Pedro Siller

Se ha vuelto un lugar común decir que el 20 de noviembre de 1910 no pasó nada.  Que  el  llamado  de  Francisco  I.  Madero  a  la  insurrección  no  fue  respondido. Sin embargo, hubo enfrentamientos armados en distintas zonas de la República y en Chihuahua se formó un verdadero ejército revolucionario. Por eso Orozco se convirtió en leyenda.

 

La vida pública de Pascual fue breve pero intensa: comenzó al encabezar los primeros brotes de resistencia armada en la sierra de Chihuahua el 20 de noviembre de 1910.

 

A medida que se revisa la biografía de Pascual, cada vez es más evidente que no era un simple arriero ignorante como muchos quisieron representarlo, sino que era  un  miembro  respetable  de  la  pequeña  burguesía  local, compraba camisas de seda y llevaba los sombreros  más  caros  del  norte  de  México:  los  Stetson  norteamericanos. Él y su padre tenían un rancho de medianas proporciones, herramientas agrícolas, caballos, mulas,  una  pequeña  mina  y  unos  setenta  empleados.  En 1907 abrió una tienda de abarrotes y se hizo dueño de una buena cantidad de mulas con las que acarreaba mineral desde los yacimientos a los centros de población o estaciones de tren.

 

Como  arriero  tuvo  fama  de  conocer  todas  las  veredas  de  la  sierra  hasta  la  frontera  norte,  ser  organizador de expediciones y viajes, implacable con los ladrones y un tirador insuperable; por todo ello gozaba de prestigio y respeto en la región. Como lo mencionó el jefe de la segunda zona militar, el general Juan A. Hernández: “Era gente de influencia y prestigio a nivel regional, arriba del nivel cultural promedio de la gente del campo”.

 

Ha sido una  hipótesis  generalmente  aceptada  que  Pascual tenía ciertas ligas con los magonistas, pero no pasa  de  ser  una  de  tantas  a comprobar. En las investigaciones sobre los chihuahuenses  que  participaron  en el Partido Liberal, o que al menos tuvieron una mínima relación, nunca aparece el nombre de Pascual, y sí el de algunos otros simplemente llamados “Orozco”, pero hay que recordar que el apellido era muy común en Chihuahua.

 

Añadiendo  una  hipótesis  más,  nos  parece  que  los  Orozco eran partidarios de Bernardo Reyes. Formaban parte, con  el  comerciante  Abraham  Oroz  y  otros,  del  recién  creado  club  en  Ciudad  Guerrero;  como  sabemos, fue con ellos –y no con magonistas– con quienes iniciaron la rebelión. Su carácter de pequeños propietarios, su vinculación con Guadalajara como cuna del reyismo y su  pertenencia  a  la  clase  media  los  hacían  más  acordes  con  el  Partido  Democrático  reyista  que  con los radicales magonistas.

 

Lo cierto es que, coincidentemente, cuando se inició la represión contra los reyistas en todo el país, se emitió una  orden de aprehensión contra Pascual  Orozco  padre el 18 de junio de 1910, acusándolo de abandono de empleo; sin duda se referían a su trabajo como juez de  paz,  y  esto  fue,  como  en  otros  muchos  casos  indi-viduales,  lo  que  lo  empujó  decididamente  a  la  lucha  armada.  Además, antes  habían  sido  hostilizados  otros personajes de la zona como Martín Casillas, a quien al sorprendérsele con comunicaciones con los magonistas y reyistas, se le retiró la patente de notario a inicios de 1909.

 

La rebelión de 1910

 

Las primeras batallas de la revolución sucedieron en Chihuahua con un Madero  ausente  en  el  terreno  de  las  acciones  militares,  pues  estaba  en  San  Antonio,  Texas, y luego del fracaso del 20 de noviembre en el resto del país, pasó a Nueva Orleans. Los rebeldes de esta entidad lograron mantener viva la llama militar hasta que el 14 de febrero de 1911 el líder antirreeleccionista se incorporó a la lucha armada.

 

La figura de Madero tuvo la capacidad de unir a las oposiciones dispersas que  existían en la nación con  una  explicación  única  para  todos  los  males  sociales  y, por tanto, una solución única: la vida democrática. Hay, pues, al inicio una multiplicidad de actores, cada uno con su propia identidad, su  memoria  particular,  así  como  con  sus  demandas  específicas,  pero  todas  enfrentándose con el porfirismo, y eso fue lo que las hizo ser una sola.

 

Inmediatamente después de la victoria en Ciudad Juárez en mayo de 1911, aparecieron las discrepancias. Madero nombró en su primer gabinete a su secretario de Guerra: Venustiano Carranza, un personaje que no había participado en ningún combate y quien, hasta unos meses antes, era senador porfirista.  Francisco Villa y Orozco le reclamaron airadamente, de manera incluso grosera. Villa fue despedido; Orozco, perdonado. Francisco acusó a este último de haberlo engañado; su odio lo persiguió todo el tiempo.

 

Después de la renuncia del presidente Díaz, Madero escribió:  “Las  revoluciones  generalmente  van  más  lejos  del  punto  a  donde  pensaban  llevarlas  sus  iniciadores;  porque  una  vez  puestas  en  movimiento  las masas del pueblo, es difícil sujetarlas. Esta revolución ha sido excepcional, pues la hemos detenido en el momento en que hemos querido”. Y confió en que la victoria le había atribuido un consenso popular que le permitía dirigir de manera única el rumbo del proceso.

 

La crisis del maderismo

 

Apenas  instalado  Madero  en  la  presidencia,  un  desilusionado  Emiliano  Zapata  expidió  el  Plan  de  Ayala  que  se  publicó  el  15 de diciembre de 1911 en El Diario del Hogar,  después  de  que  el  editor  consultara  al  mandatario: “Sí –le dijo Madero–, publíquelo para que todos conozcan a ese loco de Zapata”. El plan comenzó con una acusación a Madero en el sentido de que únicamente satisfacía sus ambiciones personales, “sus desmedidos  instintos  de  tirano  y  su  profundo  desacato  al  cumplimiento  de  las  leyes  preexistentes  emanadas  del  inmortal  Código  del  57  escrito  con  la  sangre  revolucionaria  de Ayutla”, por lo que se le desconocía como presidente, y en el artículo tercero señalaba: “Se reconoce como Jefe de la Revolución Libertadora al ilustre general Pascual Orozco, segundo del caudillo D. Francisco I. Madero, y en caso de que no acepte este delicado puesto, se reconocerá como Jefe de la Revolución al C. General Emiliano Zapata”.

 

Zapata envió una carta a Orozco y una versión del plan  “detallándole,  aún  más  que  en  el  documento  remitido,  las  causas  que  obligaron  a  los  surianos  a  continuar  la  lucha”.  De  acuerdo  con  el  zapatista  Gildardo  Magaña,  Orozco  tuvo  al  principio  desconfianza  del  enviado, pero después de comprobar su veracidad, “le indicó que él también estaba decepcionado de Madero. Le hizo algunas recomendaciones verbales para el caudillo morelense, a quien contestó su carta, comprometiéndose solemnemente a secundar su actitud”.

 

Para  entonces,  entre  los  rurales  de  Chihuahua,  es  decir,  los  antiguos  revolucionarios,  existía  un  fuerte  resentimiento. Agustín Estrada, jefe de la guarnición de Ciudad Juárez y uno de los presentes en la casa de Orozco la noche anterior al levantamiento de noviembre  de  1911,  declaraba  a  la  prensa:  “En  el  fondo  hay  una  profunda  decepción  por  la  que  se  está  pasando  respecto a la efectividad del sufragio. Los pocos jefes y oficiales  que  manifestaron  su  deseo  de  no  renunciar se encuentran abatidos por la separación de sus antiguos  compañeros  de  armas  y  alarmados  porque  creen  que  los  soldados  cuya  disciplina  es  muy  deficiente  no  obedecen  bien  a  los  nuevos  oficiales,  pues  a los anteriores los obedecían en vista del cariño que les profesaban”.

 

La rebelión de 1912

 

El 26 de enero de 1912 Pascual Orozco le envió a Madero el texto de su renuncia como jefe de rurales de Chihuahua, publicado en El Correo y otros diarios locales, donde le decía:

 

“Como ciudadano apelo al patriotismo de usted, que actualmente es el primer ciudadano de la República, a fin de que, teniendo  en  cuenta  la  inmensa  responsabilidad  que  pesa  sobre usted, procure rodearse de hombres verdaderamente desinteresados,  cultos  y  patriotas,  que  ardientemente  colaboren con usted en la gran obra de redención de un pueblo en esta época de transición en que todos y cada uno de los altos  colaboradores  deben  ser  eminentemente  aptos,  tanto  por su patriotismo como por su prudencia, para llevar a feliz término los problemas trascendentales y difíciles que actualmente se agitan y de cuya resolución dependen en gran parte la ruina o la prosperidad de nuestra querida patria”.

 

Lo anterior fue tomado como una seria crítica a Madero y  fue  muy  comentado  entre  los  chihuahuenses.

 

Los exmagonistas José Inés Salazar y Emilio Campa mandaron ocupar bestias y otros elementos en las haciendas de los Terrazas para la organización y mantenimiento de sus hombres, y expulsaron de Chihuahua a los colonos mormones por medio de una orden violenta:  emitieron,  primero,  un  manifiesto  “A  los  americanos” publicado en El Paso Herald, en donde decían a los  nacionales  de  “nuestra  república  hermana”  que  se  levantaban en armas “contra el despótico presidente Madero  [...]  de  manera  ordenada  y  disciplinada”,  aunque  advertían  que  habían  tenido  que  volar  trenes  y  puentes,  ya  que  el  mandatario  no  solo  no  había  cumplido  con el Plan de San Luis, sino que además dilapidaba el tesoro de la nación, mientras las viudas y los huérfanos de revolucionarios estaban en la más completa miseria. También nombraban a Orozco jefe del ejército libertador, al mismo tiempo que reivindicaban la bandera del magonismo con el lema “Tierra y libertad”.

 

Las primeras batallas de Orozco contra el gobierno federal fueron  un  éxito  rotundo.  Poco  a  poco  ocuparon todo el estado de Chihuahua y el propio Madero se vio en la necesidad de reconocerlo. Lo más terrible para la nueva administración fue la derrota del primer ejército antiorozquista,  encabezado  por  un  primo  de  Madero, el general José González Salas, quien apabullado por los errores cometidos en su ofensiva, decidió suicidarse.  El  presidente  lo  sustituyó  por  un  general  que  se  había  distinguido  recientemente  por  su  cruel  proceder contra los zapatistas: Victoriano Huerta.

 

Muy pronto apareció uno de los problemas que sería fatal para Orozco: la imposibilidad de disciplinar a los miembros de su ejército, sobre todo porque ya no eran de familias serranas como lo fueron en la lucha antiporfirista, sino que provenían de un proletariado migrante difícil de contener.

 

A su vez, los estadunidenses, decididos a apoyar a Madero, bloquearon completamente la frontera, establecieron un rígido control de armas contra los partidarios de Orozco y un cerco económico que prohibía incluso el envío de giros postales. Nunca como entonces  fue  evidente  la  complicidad  del  servicio  secreto  norteamericano con el mexicano para combatir a los rebeldes.  Entre  uno  y  otro  frente,  el  orozquismo  fue  derrotado completamente en el plano militar.

 

Esta publicación es sólo un fragmento del artículo "Pascual Orozco" del autor Pedro Siller, que fue publicado íntegramente en Relatos e Historias en México número 86: http://relatosehistorias.mx/la-coleccion/86-pascual-orozco

Para los lectores que deseen adquirir un ejemplar les dejamos la siguiente liga: http://raices.com.mx/tienda/revistas-pascual-orozco-REH086