La rebelión de Nyanga

Rosalba Quintana Bustamante y Jairo E. Jiménez Sotero

Según la historiadora Adriana Naveda, Nyanga huyó de su amo aproximadamente en el año 1570 y se refugió muy cerca de lo que ahora es la ciudad de Córdoba, liderando un grupo de cimarrones que con el tiempo se fue haciendo más numeroso. Pese a que no se tiene conocimiento pleno sobre cómo se desarrolló su movimiento, se sabe que para 1609 el grupo superaba los quinientos hombres, por lo cual los rumores de una revuelta de grandes dimensiones no se hicieron esperar.

Durante el gobierno del virrey Luis de Velasco se multiplicaron las denuncias que intentaban alertarlo sobre un posible levantamiento de negros el 6 de enero de ese año, en la que, según los rumores, los fugados asesinarían a los blancos y nombrarían rey a un cimarrón negro. El gobernante no le dio mayor importancia y lo único que hizo fue mandar azotar a varios esclavizados que se encontraban presos por otra clase de delitos. Pero el peligro se hizo evidente cuando el citado grupo comenzó a saquear las haciendas de la región. Muchos historiadores coinciden en que el territorio ocupado por estos apalencados, es decir, asentados en palenques, eran los alrededores del Pico de Orizaba, el Cofre de Perote, la sierra de Zongolica y la zona de Omealca, en el actual estado de Veracruz.

Los cimarrones de Nyanga no sólo saquearon las haciendas y fincas a su alcance para poder sobrevivir, también asaltaron lo que durante el virreinato fue la ruta México-Veracruz, un camino que conectaba el puerto con capital de la Nueva España. Dichos ataques resultaron preocupantes para las autoridades, pues ese camino fue a lo largo de la colonia la vía de tránsito y comunicación más importante en América, y su importancia económica fue fundamental para el desarrollo de la Nueva España.

Esto llevó al virrey a enviar milicias para someter al belicoso grupo, sin embargo, los fugitivos lograron defenderse en más de una ocasión, ya que los lugares donde se refugiaban eran de difícil acceso, lo que les permitía protegerse ágilmente. Esa rebelión no resultó como otras, pues las pérdidas ocasionadas fueron muy elevadas y los asaltos al camino real desestabilizaron la economía virreinal. El puerto de Veracruz fue el más afectado, cuya entrada y salida de mercancías se vio perjudicada, por lo que, en este caso, sostener una guerra en contra de aquellos cimarrones fue una empresa poco redituable y desesperanzadora.

 

Esta publicación es un fragmento del artículo “Yanga” de los autores Rosalba Quintana Bustamante y Jairo E. Jiménez Sotero y se publicó íntegramente en la edición de Relatos e Historias en México, núm. 81.

 

Si deseas consultar otras entradas asociadas a este tema semanal, haz clic en la etiqueta TS África, en la barra inferior.